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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Por fortuna para todos, entró don Ventura Gálvez, el párroco de Villavieja, hombre de pocas teologías, pero de mucha moral, risueño, sencillote y bondadoso como él solo. Era ya viejo, aunque bien conservado, y el único resto de lo que fue Cabildo de la Colegiata de Villavieja antes del Concordato que los suprimió.
La de que la madre del toro no sabe rezar. Traga-santos era hombre que se confundía y embrollaba cuando para entender las cosas necesitaba cavilar un poco. Así fué que se hizo un ovillo cuando se puso á cavilar para entender lo que el señor Cura Párroco le había querido decir con aquel cuento.
Cuando yo era párroco de las Veguellinas, jilgueros y alondras y hasta pardales cantaban y silbaban en el coro y era una delicia oírlos». Fortunato era un santo alegre que no podía ver una irreverencia donde se podía admirar y amar una obra de Dios. Glocester, el maquiavélico Arcediano, «opinaba que el Obispo pero este era su secreto no estaba a la altura de su cargo».
Pero si no lo decía con las palabras, se dejaba adivinar en la gravedad y tristeza de su continente. El P. Gil no ansiaba otra cosa hacía mucho tiempo. La compañía del párroco le era molesta, como ya sabemos. D. Miguel había incurrido en la censura de la Iglesia, se le retiraron las licencias para confesar y decir misa: mientras llegase la rehabilitación pasaría una temporada.
Varias personas entraron en la sacristía, preguntando cómo se llamaba el predicador. Los capellanes de la casa comentaron el sermón de distinto modo. ¡Muy bien, compañero, eso es poner el dedo en la llaga! Ha estado Vd. un poquito fuerte. Ándese con cuidado, no sea que los liberalitos cometan con Vd. algún atropello. El párroco calificó aquello de imprudencia.
El caso había sido que, hallándose el párroco en la cama, un hombre había penetrado en su dormitorio, le había despertado y le intimó para que le entregase el dinero. D. Miguel sin inmutarse echó mano al chaleco, sacó la llave y la arrojó al medio de la habitación. Luego, mientras el ladrón la recogía, sacó una de las pistolas que tenía debajo del colchón y le descerrajó un tiro dejándole tendido.
No, no, mejor es que salgamos de paseo; el asunto es delicado, y por esos andurriales podremos hablar a nuestras anchas. Como usted quiera. Cogió el párroco su bonete, echose el balandrán sobre la sotana con peligro inminente de asarse vivo, y sacando de un rincón de la sala el tremendo cayado en que solía apoyarse, fue a avisar a la señora Rita de que salía. ¿Adónde? preguntó ésta, malhumorada.
Mucho me ha sorprendido lo que usted me cuenta del párroco de Solano, pues nunca pude imaginarme que tratándose de una elección en que está interesado el Palacio llegara á cerdear; pero á bien que le tengo cogido por el cuello con motivo de cierta denuncia que nos han remitido hace tiempo, y si no se decide á trabajar como Dios manda, lo dicho dicho, mi amigo, que ya le cayó encima tarea para divertirse un rato. ¡Vaya todo por Dios!
Del P. Fray José M. Ruíz, en su memoria presentada a la Exposición de Filipinas en Madrid en 1887, tomamos lo siguiente: "Es el párroco inspector local de Instrucción pública, consultor del Gobernadorcillo, y Presidente de varias juntas locales. Los indios ven en ellos un padre, un pastor, y un protector, y como tales han sido siempre reconocidos por el Gobierno de estas Islas."
Cogió la mantilla, se la echó encima de la cabeza con mano convulsa, obligó a la doméstica a ponerse la suya y se lanzaron a la calle. El Campo de los Desmayos hervía ya de gente. Les costó mucho trabajo avanzar hasta colocarse en el medio. Obdulia quería a todo trance acercarse a la casa del párroco, donde se alojaba el prelado.
Palabra del Dia
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