United States or Hong Kong ? Vote for the TOP Country of the Week !


¿Ves ese me decía que se tambalea sobre las piernas, y lleva la cara metida hasta las narices en un sombrero viejo, mal calzado y peor vestido? Pues es un hombre muy honrado; tiene siete hijos, y el mayor, con quien gastó la mitad de su pobreza para librarle de la cárcel en que le metieron por haber dado una paliza á su vecino, después de casado le puso pleito y le embargó la pobre choza que le quedaba, porque no le devolvió una corta suma el mismo día en que venció el plazo del préstamo.... Hoy se habría muerto de hambre y de pena si yo no le hubiera dado el dinero para salir de su apuro. Ese otro jaquetón, tan planchado y que parece un señor, es un trapisondista capaz de pegársela al lucero del alba. Repara bien en esa mujer que nos ha saludado con voz melosa y sin levantar los ojos del suelo; pues es una bribonaza, chismosa, enredadora y capaz de beberse á toda su casta: apostaría una oreja á que lleva la botella del aguardiente debajo del delantal. ¡

Era una oreja del toro, que enviaba el matador como testimonio de su brindis. Al terminar la fiesta se había esparcido ya por la ciudad la noticia del gran éxito de Gallardo. Cuando el espada llegó a su casa le esperaban los vecinos frente a la puerta, aplaudiéndole como si realmente hubiesen presenciado la corrida.

Pasó un brazo por su talle, la atrajo hacia él y la besó donde pudo, donde alcanzaron sus labios, entre el lóbulo sonrosado de una oreja y el cuello moreno, que erizó su piel, estremecida al contacto de los labios. La joven se desasió con rudo empujón. ¡Isidro! exclamó avergonzada . ¡Isidro!... Y bajó la cabeza tristemente, como dolorida por la audacia del amante.

Levantose del sofá, la miró frente a frente, como para buscar en el abismo azul de sus ojos confirmación a sus palabras, y luego, alzándola y atrayéndola lentamente hacia , pegó los labios a la oreja encendida de su amada, y murmuró estas palabras: ¿Tanto me quieres?

Sin duda fue Polidura el soplón, y Juliana hizo juramento de arrancarle una oreja.

Entonces comencé a caminar por aquella soledad, enterrándome en el fango y cortando a través de matorrales encharcados. La sangre de la oreja caía sobre mi hombro; la ropa enlodada se me pegaba a la piel, y a veces en la sombra, me pareció ver brillar ojos de fieras.

La banquera llegaba pálida y abatida, y tenía, en efecto, ensangrentado el lóbulo de la oreja izquierda. Al verse cogida la duquesa, salió al encuentro de la López Moreno, exclamando muy cariñosa: ¡Pero, Ramona!... ¿Cómo no me ha avisado usted?

El marqués se rascó la punta de la oreja, y le contestó que la sociedad necesitaba un desagravio, y que pues en el Puente había dado el escándalo, era preciso que en el Puente se ostentase una obra cuyo mérito hiciese olvidar la falta del hombre para admirar el genio del artista. Y con esto, su excelencia giró sobre los talones y tomó el camino de la puerta.

De este modo desperté su ambición, y para inflamarla más empecé a hacerle preguntas referentes a su persona y posición. ¿Hacía muchos años que era capellán del colegio? ¿Cuándo había venido a Sevilla? ¿En qué se empleaba antes? ¿Estaba contento con su cargo? En seguida descubrió la oreja.

Una declaración de hostilidad. Es una corteza de wai-waiga, o sea de un árbol venenoso, llamado por ellos árbol mortal. ¿Y ese pillo se atreve a presentarse solo? ¡Ah, tío; voy a agarrarlo de una oreja y a llevarle a bordo del junco! El joven iba a poner en práctica su amenaza; pero el Capitán le detuvo.