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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Casi todas las tardes, antes del toque de oraciones, se presentaba en la cuadra un viejo escudero. El ruido de sus botas en los peldaños era inconfundible. Sin embargo, el hombre aparecía de sorpresa, abriendo la puerta de un puñetazo.
A una divinidad que nada concede, le es dado creer en la sinceridad de los que la rezan; pero un dios que pagara con oro las oraciones, ¿cómo estaría cierto del amor que le ofrecieran? ¡Qué sutilezas y qué modo de entender las cosas! Entonces, según Vd., la mujer rica no puede hallar sino marido rico. Pues no es así. Todos los días se casan ricas con pobres.
Nadie había que las guiase, así por lo fragoso del sitio, ni de los cabrerizos frecuentado, como por el temor que inspiraba la maldición del ermitaño, pronto a echarla a quien invadía su dominio temporal, o a quien le perturbaba en sus oraciones. Ya se entiende que este ermitaño, tan maldiciente, era pagano.
Me preguntaba lo que valen a los ojos de Dios las oraciones de esas malas almas... ¿Las escucha?... ¿Las perdona cuando por toda reparación pasan unas cuentas del rosario creyendo que eso basta para expiar una calumnia o una maledicencia?... Empezaba a sentirme muy severa para todas esas faltas y sus autoras, cuando me llegó la vez de confesarme.
Comenzó a probar el angélico caldedero una y otra de un gran sartal que dellas traía, y yo ayudalle con mis flacas oraciones. Cuando no me cato, veo en figura de panes, como dicen, la cara de Dios dentro del arcaz; y, abierto, díjele: "Yo no tengo dineros que os dar por la llave, mas tomad de ahí el pago."
Me reprocho mi egoísmo, puesto que eres feliz, pero como dice la Escritura, la carne es débil, y mi parroquia, mis deberes y mis oraciones no me han hecho olvidarte todavía. «Adiós, querida y buena hijita mía, terminaré esta carta diciéndote: desconfía de la imaginación». Y esta frase, produjo una impresión desagradable en mi ánimo agitado.
La hueste se arrecauda con una queja humilde: Pegada a los quicios inicia la retirada, se dispersa con un murmullo de cobardes oraciones. El Caballero interpone su figura resplandeciente de nobleza: Los ojos llenos de furias y demencias, y en el rostro la altivez de un rey y la palidez de un Cristo. Su mano abofetea la faz del segundón.
Habíase acostumbrado a respetar, en virtud de un sentimentalismo contagioso, al Dios crucificado; sabía que aquello debía besarse; sabía además algunas oraciones aprendidas de rutina; sabía que todo aquello que no se poseía debía pedirse a Dios; pero nada más. El horrible abandono en que había estado su inteligencia hasta el tiempo de su amistad con el señorito de Penáguilas era causa de esto.
68. Entretanto todos los pueblos de los indios, y tambien nuestros colegios en las ciudades de los españoles, imploraban con mayor confianza el patrocinio de los Santos, è instaban con oraciones: y especialmente por este tiempo sobrepujó
No, no; pensarlo, no; ya lo he pensado yo bastante; ¿no tienes confianza en tu esposa, Felipe?... ¿no me amas? ¿no crees en mi amor? Lo pensaré... me duermo... necesito rezar antes mis oraciones. Y el rey se dirigió al oratorio de la reina. ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Dios mío! dijo Margarita viendo desaparecer al rey por la puerta del oratorio ¡Ten piedad de España! ¡Ten piedad de mí!
Palabra del Dia
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