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Aunque podrian pedirse á Fichte las pruebas de una asercion tan extravagante, me limitaré á insistir en la dificultad que él mismo se propone, y que elude confundiendo las ideas. ¿Qué seria el yo si no tuviese conciencia de mismo? si existir es tener conciencia, cuando no hay conciencia, no hay existencia.

La persona de Dios representábasele terrible y ceñuda, más propia para infundir respeto que cariño. Todo lo bueno venía de la Virgen María, y a la Virgen debía pedirse todo lo que han menester las criaturas. Dios reñía y ella sonreía. Dios castigaba y ella perdonaba. No es esta última idea tan rara para que llame la atención.

»Teniendo entrada a todas horas en mi gabinete de estudio, del que estaba encargado, servíase de mis libros y de mis cuadernos; su aplicación y su constancia le habían hecho un joven mucho más instruido de lo que podía pedirse a sus años. »El joven, el paje, a quien todos despreciaban en la casa, poseía perfectamente nuestra lengua y varios idiomas extranjeros; conocía la historia y la geografía.

¡Diablo! dijo don Pedro , del mal el menos; es buena moza cuanto puede pedirse, y parece honrada y buena... ¿qué diablos de complicaciones...? una querida más... y una pensión más... porque si no es mi querida, sospechará... podrá presumir, y es necesario que no presuma.

Y lo creía tanto, que, días después de elegido, se indignaba, con la mejor buena fe, al hablar de las coacciones ejercidas contra él por el pobre candidato de oposición durante las elecciones. ¿Qué más podía pedirse a don Simón?... Estaba en perfecto carácter de diputado independiente. A todo esto, doña Juana estaba como niño con zapatos nuevos.

Laura hizo un expresivo ademán, como contestando que su mayor felicidad sería poder cumplir el servicio a pedirse... He traído un obsequio para su señorita hermana... Le ruego que me lo acepte usted como recuerdo... Temiendo que el obsequio fuese una joya de alto precio, Laura balbució: Pero yo no puedo recibir de usted ese obsequio... Sería incorrecto...

Habíase acostumbrado a respetar, en virtud de un sentimentalismo contagioso, al Dios crucificado; sabía que aquello debía besarse; sabía además algunas oraciones aprendidas de rutina; sabía que todo aquello que no se poseía debía pedirse a Dios; pero nada más. El horrible abandono en que había estado su inteligencia hasta el tiempo de su amistad con el señorito de Penáguilas era causa de esto.

Me figuré que los dos monumentos se miraban; me figuré que dos mundos distintos y contrarios sacudian el polvo de su honda tumba, para pedirse cuentas ante la historia: me figuré ver el Asia y la Europa, Mahoma y Jesucristo, Sesostris y Napoleon.