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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Los marineros y soldados muertos, cuyos cadáveres yacían sin orden en las baterías y sobre cubierta, ascendían a la terrible suma de cuatrocientos. No olvidaré jamás el momento en que aquellos cuerpos fueron arrojados al mar por orden del oficial inglés que custodiaba el navío.
No olvido ni olvidaré jamás que cierto día, en el despacho de Castro Pérez, recibí una buena cantidad en metálico; conté y volví a contar las monedas, las revisé con el mayor cuidado, y estaban completas. Contólas después el jurisperito, y le faltó una. No tardó en salir trémulo y colérico. ¡Aquí falta dinero!... prorrumpió en voz alta, delante de Porras y Linares.
Yo pensé: llevando guita abundante, puedo distraerme un poco...; olvidaré sin dolor a la niña de Luzmela y a Rosa la del Molino...; ¿y no es también de justicia que yo pruebe el dinero de tío Manuel? Claro que sí dijo Salvador distraído. Pues aquí me tienes, médico, caminito de París...; ¿y tú?
Pero su madre no ha hecho nada y va á llorar lágrimas del corazón. Su hermana es inocente y vamos á aniquilar su porvenir... Sorege cambió de expresión y dijo abandonando su calma: ¡No me hable usted de su hermana! Odio á toda esa gente y á su hermana más que á los demás ¿entiende usted? Tuve el valor de pretenderla y me rechazó... ¡No lo olvidaré!
Entre los monumentos y varias curiosidades que visité durante mi corta permanencia en Lóndres, no olvidaré dos de un género histórico y artístico que merecen atencion, aunque de carácter muy secundario; tales son: el Diorama y la Galería de madama Tussaud.
Jamás olvidaré los días que precedieron a mi próxima partida: fue como un acceso de sentimentalismo enfermizo, sin la más leve apariencia de razonamiento, tanto, que una verdadera desventura no lo hubiese ocasionado más vivamente. Había llegado el otoño y todo lo que me rodeaba concurría a determinar aquel estado de mi alma. Un solo detalle le dará a usted idea de esto.
El viajero sintió una cosa impropia de varón tan formal y respetable, sintió que le venían ganas de llorar; mas sofocando aquella emoción importuna, dijo: ¿Cómo me he de olvidar a Socartes?... Pues no faltaba más.... No me olvidaré de mis padres ni de ti, que me has ayudado a esto.... Adiós, Nelilla.... Siento pasos.
He jurado dijo finalmente dedicar mi buque y mi vida á causar todo el daño que pueda á los asesinos de mi hijo... Ese hombre me denuncia para vengarse. Reconozco que mi ceguera amorosa me arrastró á un delito que no olvidaré nunca. Bastante castigado estoy con la muerte de mi hijo... pero no importa: que me sentencien también los hombres.
De cuando en cuando se detenía, apoyaba una mano en su pecho oprimido, o la pasaba por su enardecida frente, o bien fijaba sus miradas en un pobre perro que le seguía, y que en aquellas paradas se acostaba jadeante a sus pies. «¡Pobre Treu! le decía , ¡único ser que me acredita que todavía hay en el mundo cariño y gratitud! ¡No: jamás olvidaré el día en que por primera vez te vi!
Si me hubiese dado calabazas..., nada..., hubiésemos quedado tan amigos; pero el pregonar mis cartas y el consentir que se haga chacota de ellas no lo olvidaré en mi vida... La saludaré cortésmente, la dirigiré la palabra con respeto; pero ser su amigo, ¡nunca! Entendí que tenía razón y no quise insistir. Aquella noche tampoco fui a casa de Anguita.
Palabra del Dia
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