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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Lleno de un provechoso temor de Dios, y con la debida desconfianza de mi flaqueza, no olvidaré los consejos y prudentes amonestaciones de usted, rezando con fervor mis oraciones y meditando en las cosas divinas para aborrecer las mundanas en lo que tienen de aborrecibles; pero aseguro a Vd. que hasta ahora, por más que ahondo en mi conciencia y registro con suspicacia sus más escondidos senos, nada descubro que me haga temer lo que Vd. teme.

Yo no sirvo para el combate dijo mi amo con tristeza . Vengo tan sólo a presenciarlo, por pura afición y por el entusiasmo que me inspiran nuestras queridas banderas». Al día siguiente de nuestra llegada recibió mi amo la visita de un brigadier de marina, amigo antiguo, cuya fisonomía no olvidaré jamás, a pesar de no haberle visto más que en aquella ocasión.

Cómo fue recibida esa palabra, no lo olvidaré nunca, como tampoco la sensación inefable, grave y profunda, que se siente cuando el destino nos llama, en uno de esos momentos, a representar a la patria en el extranjero. ¿En el extranjero?... Debía tener nuestro idioma otra palabra para designar los pueblos idénticos a nosotros.

Nunca olvidaré su alegría al verme casi restablecido y no moribundo como temía; y sus quejas y reproches por no haber confiado en ella y díchole la verdad, justifican en parte los medios de que me valí para aplacarla.

Gracias, amigo mío dijo Golbasto . Jamás olvidaré lo que hace usted por en este día.... Los gobiernos se suceden y caen en el olvido, mientras que nuestra amistad llenará capítulos enteros de la historia futura. Luego el poeta se empequeñeció voluntariamente, hasta ocuparse de la existencia doméstica de su amigo. ¿Y Popito? preguntó. Momaren hizo un gesto de contrariedad y de tristeza.

Al cabo de tres semanas concluí por decirle: «¿Qué piensa usted hacer con todos estos «marineros»?» Entonces él me miró con una expresión que no olvidaré nunca: «¡Es para vestir a nuestros hijos, señorita...!» LA SE

Te quiero, Fernando: yo no te olvidaré nunca. Y no dijo más. Su novio la acosaba con preguntas. Quería conocer su valor ante el futuro peligro, apreciar la fuerza de su voluntad, medir la extensión de su amor; pero ella, con la cabeza baja, eludía tenazmente la respuesta, siempre con el mismo juramento: «Te quiero, te amo.» ¿A qué hablar de lo que aún estaba por venir?

La mirada envenenada que me lanzó entonces, no la olvidaré en mi vida. Pero ya sabía con quién tenía que habérmelas. Por otra parte, ella recogió el guante en seguida.

Para nosotros los marinos de altura, el mar es principalmente una ruta, es casi exclusivamente un camino. ¡Pero qué camino! Yo no olvidaré nunca la primera vez que atravesé el Océano. Todavía el barco de vela dominaba el mundo. ¡Qué época aquélla! Yo no digo que el mar entonces fuera mejor, no; pero más poético, más misterioso, más desconocido.

No olvidaré nunca la primera noche que pasamos, amarrado el buque a la costa. Aún no habíamos llegado a la región del Magdalena, donde, bajo un calor insoportable, los mosquitos hacen su temida aparición. Una fresca brisa, en la que creíamos sentir ya tenuamente las emanaciones del Océano, corría sobre las aguas del río, rozando su superficie, que jugueteaba bajo el blanco clarear de la luna.

Palabra del Dia

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