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Actualizado: 11 de julio de 2025
Como la condesa no veía ya cerca de ella más invitados á quienes presentar su héroe, lo condujo á un gabinete completamente solitario, sin duda á causa de los olores que á través de un cortinaje llegaban de la cocina, demasiado próxima. Ocupó un sillón amplio como un trono, é invitó á sentarse á Robledo. Pero cuando éste buscaba una silla, la Titonius le indicó un taburete junto á sus pies.
Sólo una tenue brisa cargada con los acres olores de los pinos de la orilla venía a besar tímidamente la espalda turgente de las aguas y los cuellos no menos turgentes y frescos de las señoras. No era todavía una brisa legítimamente marinera sino mestiza, con las cualidades de mar y tierra.
Su cuarto era a modo de un lugar de reunión, por donde pasaban durante el día los aficionados más célebres de la ciudad. El humo de los cigarros mezclábase al hedor del yodoformo y otros olores fuertes. En las mesas asomaban entre los frascos de medicamentos y los paquetes de algodones y vendajes las botellas de vino con que eran obsequiados los visitantes.
Las calles están...revelando que la noche ha pasado por encima de ellas, y saludan el dia con los olores ménos confortables del mundo. Oigo un extraño ruido sobre mi cabeza, cual si tuviese lugar un aéreo tiroteo. Vuelvo la vista y descubro á todas las cocineras y sirvientas de la real Madrid exhibiendo todas las curiosidades de los lechos conyugales, celibatarios y de párvulos.
Este regreso a la patria después de muerto había durado muchos meses, yendo el buen cardenal a jornadas cortas, de iglesia en iglesia, precedido por un cuadro de Cristo, que adornaba ahora su capilla, y esparciendo sobre las multitudes arrodilladas los olores de su embalsamamiento. Para don Gil de Albornoz no había nada imposible. Era la espada del apóstol que volvía al mundo para imponer la fe.
Ofrezco humildemente á vuestras aras; Que si es de todos el mejor tributo Un puro corazón humilde y tierno, Y el más precioso de las prendas caras, No las aromas raras Entre olores fenicios, Y licores sabeos Os rinden mis deseos Por menos olorosos sacrificios, Sino mi corazón, que Carlos era; Amábaos yo, Señor, luego que abristes Mis ojos á la luz de conoceros, Y regalóme el resplandor suave.
Tú dejaste el mundo, virgen pura, Porque al probar del mundo la amargura Lloró tu corazon, Y en su llanto se ahogó, como esas flores Que al derramar suavísimos olores Se ahogan con su propia emanacion. Dios abriendo sus manos desde el cielo Distribuye sus dones generosos: Al árbol dá los frutos deliciosos, Y al valle ameno la fragante flor.
Las dos mujeres no podían andar por allí sin que sus faldas se enredaran en el Mozambique y en unas veinte varas de poplín azul marino que se había caído de una silla y se entrelazaba con las tiras de foulard. De aquel bonito desorden salía ese olor especialísimo de tienda de ropas, que es un resto de los olores del tinte fabril, mezclado con los del papel y la madera de los embalajes.
Los pimpollos de las parras y los ramos de la madreselva asaltaban desordenadamente aquella estancia, trayendo hasta en medio de ella los colores de la púrpura y los olores del ámbar, pareciendo todavía más encantada esta escena con los golpes de luces y luminarias que iban por las cornisas de las columnas, con las girándulas que se mecían en los arcos y con los fanales pintados y faroles caprichosos que se sostenían de los ramos y pimpollos de los huertos.
¿De que sirve que cubran tus campos tantas flores, que en tus selvas se oiga al pájaro trinar, si el aire que trasporta sus cantos, sus olores, en alas también lleva quejidos y clamores que el alma sobrecogen y al hombre hacen pensar?
Palabra del Dia
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