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Actualizado: 5 de junio de 2025
Las llevo siempre conmigo; la reina por ahora no se atreve... pero si vuestros enemigos... si fray Luis de Aliaga... Ya os he dicho que Olivares, Uceda y Zúñiga, se sienten sin fuerzas, se rinden y vienen á buscarla en mí; vuestro celo, don Rodrigo, os hace muy desconfiado. ¿Qué, creéis que yo no tengo poder?
El Zapaterín, al emprender su regreso a Sevilla en segunda clase, mientras la cuadrilla marchaba a pie, pensó que comenzaba para él una nueva vida, y tuvo una mirada de avidez para el enorme cortijo, con sus extensos olivares, sus campos de granos, sus molinos, sus prados que se perdían de vista, en los que pastaban miles de cabras y rumiaban, inmóviles, con las piernas encogidas, toros y vacas. ¡Qué riqueza! ¡Si él llegase un día a poseer algo semejante!...
Juega mucho, pa que lo apresien sus nuevos amigos; pierde mucho también, y el dinero entra por una puerta y se va por otra. Na le digo. Al fin, él es quien lo gana. Pero ha tenío que pedir prestao a don José pa cosas del cortijo, y unos olivares que compró este año pa unirlos a la finca fue con dinero de otros.
Navegaron al oeste, hasta la punta oriental de una isla, á la cual llamaron la isla de Olivares por respecto al capitan de este navio: y habiendo entrado por un caño estrecho, que divide á esa isla de la tierra firme, salieron con bastante trabajo á una ensenada pequeña que hace cerca de la punta occidental, sin poder pasar adelante este dia, por haber quedado en seco la lancha, con la baja marea.
Tal es su apodo significativo. Su verdadero nombre es doña Marcela Gutiérrez de los Olivares, por ser viuda del teniente de la clase de sargentos, del mismo apellido, muerto en Cuba un año ha, a manos de los insurrectos. Llora ella aún a su difunto marido, con cuya tía, doña Pepa, vive en este lugar en ejemplar recogimiento, y desdeña y rechaza al enjambre de galanes que la pretende.
Pues si ese caballero ha entregado á la reina esas cartas, y don Rodrigo Calderón no muere... ¿qué importa que muera don Rodrigo...? siempre quedarán el duque de Lerma, el conde de Olivares, el duque de Uceda, enemigos todos de su majestad; si esas terribles cartas han dado en manos de su majestad, ésta se creerá libre y salvada, y apretará sin miedo, porque es valiente y la ayuda el padre Aliaga...
¡Ah!, y decidme: ¿de dónde salían? De las caballerizas del rey. ¡Ah!, ¡es extraño! dijo la dama ; ¡juntos y en público Olivares y Uceda! Y la dama guardó silencio por algunos segundos. Seguían andando lentamente; por fortuna la lluvia no arreciaba; y los anchos y bajos aleros de las casas los protegían. El forastero iba fuertemente impresionado.
Al descubrirse el jinete dejó ver que era un joven como de veinticuatro años, blanco, rubio, buen mozo y de fisonomía franca y noble, á que daban realce dos hermosos y expresivos ojos negros. ¡Ah! ¿Acabáis de venir? dijo el conde de Olivares prevenido en favor del joven . ¿Y á qué diablos os venís á entrar con ese caballo por las caballerizas del alcázar? En sus tiempos debe de haber sido mucho...
El señor marqués no se contenta con servirse de los pájaros para producir aceite sin tener olivares, sino que perpetra la ingratitud inaudita de vender ó arrendar el derecho de hacer en sus tierras la caza de esos mismos pájaros que trabajan por cuenta de él, caza que le produce al señor marqués en ciertos meses del año una utilidad mas que regulareja.
Yo, que también sé ahorrar de palabras cuando conozco á la persona con quien hablo, le contesté : ¿Quién es el hombre que queréis despachar al otro mundo? Un caballero muy rico y muy principal . ¿Como quién? por ejemplo, le pregunté . Así como el duque de Lerma ó el de Uceda, ó el conde de Olivares . ¿Pero no es ninguno de los tres?
Palabra del Dia
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