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Actualizado: 21 de julio de 2025


Pues hija dijo al cabo , yo te confieso que puedo enfadarme con todo el mundo y contigo también si me llegases a hacer alguna ofensa. Pues yo, contigo, no replicó con una sonrisa particular la Socorro. Amparo volvió a mirarla fijamente y con sorpresa. ¿Qué quieres decir con eso, que me desprecias? Lo que quieras profirió con el mismo gesto de desdén.

Restablecido el orden y después de haberse hecho comprender al buen hombre, por medio de enérgicas demostraciones, que la ofensa de Tennessee no podía ser expiada por compensaciones metálicas, su fisonomía tomó un color más sanguinolento aún, y los que estaban cerca de él notaron que su ruda mano experimentaba un ligero temblor.

Le miró todavía con ojos coléricos, le cubrió de dicterios, le amenazó con marcharse á la primera ofensa que le hiciera; pero, desahogada su cólera, consintió al cabo en quedarse. Sumisión. No volvió á rebelarse. Aquel hombre de corazón altivo, tan fiero con las mujeres que habían tenido la desgracia de amarle, rindió al fin la cerviz al yugo de la última.

La más favorecida del público fué la titulada La enemiga favorable, que Cervantes elogia en su Quijote. Su argumento es, en extracto, el siguiente: La reina Irene, que ama apasionadamente al Rey su esposo, infiere grave ofensa á la condesa Laura, de quien estaba celosa. La Condesa, deseando vengarse, persuade á su amante, Belisardo, que acuse á la Reina de adulterio con el duque Norandino.

Pues bien, la causa de esta poca prisa... darémosle este nombre, que es el que más le cuadra... ha sido cierto escrúpulo que me ha asaltado, cierto temor de que nuestro matrimonio hiciera a usted desgraciada en vez de hacerla feliz, como es mi deseo. ¡Desgraciada! exclamó Sola, recibiendo aquella idea como una ofensa. ¡Oh! no apresurarse... falta mucho que decir.

Acudió a verle, examinó las contusiones y la herida del brazo, y vio que no eran de cuidado, pero puso el grito en el cielo diciendo que iba a tomar venganza de aquella ofensa, y no se tranquilizó hasta que supo el lance, y que D. Luis había sabido tomar venganza por , a pesar de su teología.

Porque ha ofendido á esa dama que me enamora. Me engañáis. No os engaño. ¿La ofensa de ese hombre á la dama?... Suponerla amante suya. ¿Y á vos qué os da? Es inútil que pretendáis disuadirme: estoy resuelto.

Currita, por su parte, tampoco halló otro motivo de ofensa en lo que acerca de su persona publicaban los periódicos, que aquella coletita de La España con Honra: «Creemos, sin embargo, que el lance no tendría consecuencias, dada la prudencia proverbial de las personas interesadas».

D. Álvaro hizo una mueca de desdén, y levantándose de la silla con señales de impaciencia, tendió la mano al sacerdote. Señor excusador, nuestra conversación, si se prolongase, podría convertirse en disputa. Siempre es mala educación disputar con las personas que vienen a visitarnos, pero en este caso, tratándose de un sacerdote, sería una verdadera ofensa. Diga usted cuanto se le ocurra, señor.

Si yo tuviera tiempo ahora, te contaría infinitos casos de pecadillos cometidos con una reserva absoluta, sin el menor escándalo, sin la menor ofensa del decoro que todos nos debemos... Te pasmarías. Oye bien lo que te digo, y apréndetelo de memoria.

Palabra del Dia

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