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Actualizado: 21 de junio de 2025
Peor resultado dió todavía el bastón de estoque que D. Juan Crisóstomo tuvo á bien comprar. El furor del Canelo, cuando se hizo cargo de que el licenciado había adquirido un nuevo bastón, no tuvo límites. Era una ofensa que sólo podía lavarse con sangre. Fué menester que Pedro le machacase á golpes y después le atase para conseguir apaciguarlo.
Bueno: que no se niegue cuando se trata de una ofensa grave... ¿Dónde está aquí la ofensa grave? Vamos a ver, que me lo digan, ¿dónde está? ¡Válgate Dios! ¡Válgate Dios! Miranda dejó escapar un imperceptible sonido gutural. ¡Ya lo creo! siguió el comerciante.
Esto fué una ofensa para Ulises, que le hizo expresarse con toda la agresividad que hervía en el fondo de su mal humor. ¿Y él?... ¿No la amaba y estaba dispuesto á probárselo con toda clase de sacrificios?... Los sacrificios como prueba de amor dejaban fría á esta mujer, acogiéndolos con un gesto escéptico.
Mucho ha picoteado por ahí la gente suponiéndonos inclinados a contraer matrimonio; pero sobre que yo he aborrecido siempre todo lo que sea obra de varón, el señor D. Pedro se pone encendido como la grana cuando tal le dicen, porque ve en esas habladurías una ofensa directa a su pudor y al mío.
El tema de su conversación casi siempre era el mismo, á saber, el ningún deseo que tenía ya de aumentar su riqueza, ni aun de cuidar de su hacienda. Llegaba un paisano y le proponía la compra de algún trozo de terreno. D. Félix se ponía encrespado como si le hiciese alguna ofensa.
Sintió más estupefacción que vergüenza al retirarse humillado. Pero ¿era Maud la que hablaba así?... ¿Sería un sueño lo de la noche anterior?... Repasaba en su memoria incidentes y palabras con la ansiedad de encontrar algo que hubiese podido ofenderla. Porque él estaba seguro de que sólo una ofensa involuntaria de su parte podía ser la causa de esta conducta. ¡Son tan susceptibles las mujeres!...
A la hija la pretendió un abogadete poco aprensivo; la pretendida le quiso y llegó a casarse con él; al poco tiempo de casada la galanteó un coronel muy guapo: a ella le gustaba mucho el coronel, que era mejor mozo que su marido; y porque le gustaba y estaba muy hecha a considerar, en el ejemplo de su madre, que el ser mujer casada no impide enamorarse de otro más, aceptó los galanteos del coronel, el cual desorejó en un duelo al abogado ofendido, por habérsele quejado éste de la ofensa.
Don Luis tuvo buen cuidado de no poner en noticia de su padre la ofensa que le había hecho el conde de Genazahar. Su padre, que no iba a cantar misa y que tenía una índole poco sufrida, se hubiera lanzado al instante a tomar la venganza que él no tomó. Solo ya D. Luis, dejó el comedor para no ver a nadie, y volvió al retiro de su estancia para abismarse más profundamente en sus ideas.
Es decir... ¿que su señor padre teme mancharse si pone los pies aquí? No sé repitió él con inconsciente obstinación. ¡Es que es una ofensa gratuita la que nos hace ese señor! ¿Qué se ha figurado? añadió con voz ya alterada y los labios temblantes. ¿Quién es él para darse ese tono? Nébel sintió entonces el fustazo de reacción en la cepa profunda de su familia.
Este es el único poderoso de la tierra, cuya munificencia no tiene límites y cuyos dones se pueden admitir siempre sin ofensa del decoro, porque es el único que sabe y puede ser Mecenas en los tiempos que corren.
Palabra del Dia
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