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Actualizado: 10 de mayo de 2025
No digo que Nicolasa, la madrastra de la marquesa Ramona, sea una criatura inverosímil de puro mala. Hay o debe de haber muchas Nicolasas en la vida real y en la sociedad en que vivimos.
Pensé para mis adentros que querían otro par de mulas. ¿Y qué era? ¡Lo increíble! No ignorando, como no ignoraba ninguno de ellos, cuál es mi vida, mi padrastro, en presencia de mi madre, con su aprobación y moviendo la cabeza hacia donde estaba Inesilla, me dijo: «Anda, Nicolasa, ya que tú has hecho suerte, ¿por qué no te llevas a la chica?» ¡Qué atrocidad!
Tomasuelo lloró más fuerte que nunca. Las lágrimas caían á modo de lluvia, acompañadas por tempestad de sollozos. ¡Por vida de los hombres endebles! exclamó Nicolasa. ¿Qué locura es ésta? Cálmate, por Dios y ten pecho ancho.
Caballeros, ricos hacendados y hasta usías ó señores de título, menos comunes entonces que ahora, habían suspirado en balde por Nicolasa, la cual, con modesta dignidad, había respondido siempre en prosa aquello que dice en verso cierta dama de una antigua comedia nada menos que al Rey: Para vuestra dama, mucho; Para vuestra esposa, poco.
El niño ese debe de ser el de Nicolasa, la entenada del tío Pepe. Nació seis días después que el nuestro, y era hijo de uno que encendía los faroles del gas... Pero no comprendo una cosa. A mí me parece que tu mujer debía de querer a ese nene por creerlo tuyo y aborrecerlo por ser de otra madre. Yo juzgo por mí.
Después del bautismo de la criatura, iba el tío Gorico de casa en casa, refiriendo el júbilo de su yerno, quien ya se volvía hacia la cama donde estaba Nicolasa, ya hacia la cuna donde estaba el niño, y ya se paraba á igual distancia de la cama y de la cuna, y exclamaba, levantando las manos al cielo: ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Qué he hecho yo para ser tan dichoso?
Lo primero que me importa es dejar ver que no me afligen los desdenes de Clarita. Si ella no me quiere, otra que vale tanto como ella, más que ella, estoy seguro de que me querrá. Voy á volver á pretender á Nicolasa. No es rica, pero es mejor moza que Clarita.
Nicolasa provocó la declaración seria y definitiva. Hecha ésta, planteó los dos términos del fatal dilema: ó promesa formal de casamiento, ó despedida y nuevas calabazas ruidosas. D. Casimiro no pudo resistir y prometió casarse. Espantoso día de prueba fué aquel en que supo este triunfo el platónico Tomasuelo. Hasta entonces no había tenido rival que fuese más dichoso que él. Ya le tenía.
D. Casimiro no iba con buen fin... y Nicolasa le desdeñó siempre; pero de esto informará á V. mejor que yo el P. Jacinto. Yo lo único que añadiré es que el tal D. Casimiro me parece un hipocritón y un bribón redomado. No es malo saberlo pensó el Comendador. ¡Ah! diga V., tío. Ya sé que se fué á Sevilla D, Carlos.
Serafina, que era también burlona y maldiciente, murmuraba, y haciendo mucha befa había referido por todas partes que la hija menor del escribano, de cuya mala salud y ruin catadura se ha dado ya cuenta, estaba prendada del boticario y le deseaba como marido, aunque sólo fuese para no ser menos que su hermana mayor, doña Nicolasa, la cual iba pronto a casarse con Pepito, el hijo del albardonero, famoso doctor en leyes.
Palabra del Dia
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