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Actualizado: 10 de mayo de 2025


no saber. Que cuente la historia de Nicolasa y cómo a él le cogieron en Madrid para llevarle a San Bernardino, y ella fue al espital; y estando él una noche durmiendo, se le aparecieron dos mujeres del otro mundo, verbigracia, ánimas, para decirle que la Nicolasa hablaba en el espital con uno que le iban a dar de alta... No ser eso, no ser eso: cállate .

Tal era el hijo del maestro herrador, Tomasuelo. Desde los diez y siete hasta los veinticinco años que ya tenía, estaba como en cautiverio agridulce. Jamás Nicolasa le dijo que le amaba de amor, y jamás le quitó la esperanza de que tal vez un día podría amarle.

La joven se repuso un poco, y con voz tenue, dijo: Es mío. ¿Qué es suyo? dijo una de las mujeres. Si la vi yo correr como una desalación. Apuesto á que lo cogió en la casa del número 15. No, que venía de más abajo dijo otra. Apuesto que es de casa de la sa Nicolasa, la pupilera de ahí enfrente dijo otra mujer.

Nicolasa, no obstante, como todas las mujeres frías, pensadoras y traviesas, había sabido retener en sus redes, en este crepúsculo de amor, que califican de platónico, á varios suspiradores perpetuos, de los que llaman en Italia patitos. Uno, sobre todo, pudiera servir de ejemplo portentoso por su pertinacia, resignación y fervor en las incesantes adoraciones.

Vea, usted, señora doña Nicolasa, vea usted. Esto está fuera de lo común, por la sentencia y el gran tuétano que encierra: Quia pulii sunt. Lo mismo dijo el Dialéctico cuando zurraba á los jansenistas: Quia, heretici sunt!

Gracias á esta conducta, que pasa de hábil y raya en primorosa, D. Casimiro no había sido despedido; sus amores con Nicolasa habían sido como aurora, como amanecer poético de un día, que no llegó por haberse interpuesto el compromiso con Clarita.

Así venció Nicolasa los obstáculos todos y aseguró su proyectada boda con D. Casimiro. La fama difundió al punto la noticia por toda Villabermeja; salvó luego su término y la llevó á la ciudad, y á los oídos del Comendador, de su familia y de los señores de Solís. El Comendador había sido visitado por D. Casimiro y le había pagado la visita. No se habían hallado en casa y no se habían visto.

Esperen un momento vuesas mercedes. ¿Qué hora es? dijo Dorotea. Acaban de dar las doce en Santo Tomás. Pronto, Nicolasa, pronto, que estos señores esperan. Acudió una manchegota casi cuadrada, con una llave y una vela de sebo puesta en una palmatoria de barro cocido. Abrió la puerta, entró y puso la palmatoria sobre una mesa. Dos sillas, Nicolasa dijo aquel hombre.

Eso hizo esta Elvira que tienes delante, eso me pasó, y, sin embargo, te lo juro por la salud de mi alma, seré una imbécil, pero algunos días, cuando tengo más dinero, cuando creo que estoy más alegre, de repente se me olvida que estoy haciendo de Elvira... y me pongo Nicolasa.

En la casa le esperaban la señora Nicolasa, que se estaba poniendo vieja, y Orejón senior, que se conservaba muy fuerte. Su pequeña hermana era ya una muchacha; pero la pobre más fama tenía de traviesa que de sabía. En el pueblo continuó Elías consagrado al estudio. Su sequedad aumentó, y se determinó más su orgullo; pero los padres no notaban tal cosa, y estaban amartelados con el joven.

Palabra del Dia

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