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Actualizado: 28 de junio de 2025
Nébel vivió cuatro días vagando en la más honda desesperación. ¿Oué podía esperar después de lo sucedido? Al quinto, y al anochecer, recibió una esquela: "Octavio: Lidia está bastante enferma, y sólo su presencia podría calmarla. María S. de Arrizabalaga." Era una treta, no tenía duda. Pero si su Lidia en verdad...
Sólo Nébel pudo decir cuán grande fué su dicha recuperada en pos del naufragio. El también olvidaba lo que fuera en la madre explosión de calumnia, ansia rabiosa de insultar a los que no lo merecen. Pero tenía la más fría decisión de apartar a la madre de su vida una vez casados.
Y mientras Nébel se alejaba, tardo, por el muelle, volviéndose a cada momento, ella, de pecho sobre la borda, la cabeza un poco baja, lo seguía con los ojos, mientras en la planchada los marineros levantaban los suyos risueños a aquel idilio y al vestido, corto aún, de la tiernísima novia. #Verano#
La madre acogió el casi infantil idilio con afable complacencia, y se reía a menudo al verlos, hablando poco, sonriendo sin cesar, y mirándose infinitamente. La despedida fué breve, pues Nébel no quiso perder el último vestigio de cordura que le quedaba, cortando su carrera tras ella. Volverían a Concordia en el invierno, acaso una temporada. ¿Iría él? "¡Oh, no volver yo!"
Esperó respuesta, pero Nébel permaneció callado. ¡Sí, usted la conoce! ¿Y cree que Lidia es mujer capaz de olvidar cuando ha querido? Ahora había reforzado su insinuación con una leve guiñada. Nébel valoró entonces de golpe el abismo en que pudo haber caído antes. Era siempre la misma madre, pero ya envilecida por su propia alma vieja, la morfina y la pobreza.
Pero si la madre te la quiere vender en matrimonio, o más bien a la fortuna que vas a heredar cuando yo muera, díle que el viejo Nébel no está dispuesto a esos tráficos, y que antes se lo llevará el diablo que consentir en eso. Nada más te quería decir.
De pronto Nébel sintió que estaban solos, y la imagen de la madre surgió nítida: "se va para que en el transporte de mi amor reconquistado, pierda la cabeza y el matrimonio sea así forzoso". Pero en ese cuarto de hora de goce final que le ofrecían adelantado y gratis a costa de un pagaré de casamiento, el muchacho, de 18 años, sintió como otra vez contra la pared el placer sin la más leve mancha, de un amor puro en toda su aureola de poético idilio.
Lidia tuvo una fugitiva contracción de las cejas y recuperó su serenidad. Muy bien, mamá... ¡Ah! ¿no sabes lo qué dice? Está casado. ¡Tan joven aún! Somos casi de su familia... Lidia volvió entonces los ojos a Nébel, y lo miró un momento con dolorosa gravedad. ¿Hace tiempo? murmuró. Cuatro años repuso él en voz baja. A pesar de todo, le faltó ánimo para mirarla. #Invierno#
Uníalo con el viejo militar de Guillermo una viva amistad, cimentada sobre largas charlas filosóficas. A la mañana siguiente, muy temprano, Nébel llamaba al pobre cuarto de aquél. La expresión de su rostro era sobrado explícita. ¿Es ahora? le preguntó el paternal amigo, estrechándole con fuerza la mano. ¡Pst! ¡De todos modos!... repuso el muchacho, mirando a otro lado.
Así, la inquietud del padre de Nébel a este respecto tocaba a su hijo en lo más hondo de sus cuerdas de amante. ¿Cómo había escapado Lidia?
Palabra del Dia
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