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La moribunda se incorporó entonces, desgreñada, medio desnuda, con los hombros de esqueleto descubiertos, y sus ojos despedían llamas mientras sus labios, contraídos, se retorcían en una mueca espantosa. Elena retrocedió instintivamente. Dígale usted que deje a esa mujer agonizar en paz murmuró Luciana a mi oído. Hace mal en atormentarla así. Yo también pensaba que Elena hacía mal.

Lo que le pido es un esfuerzo; que me salve, que nos saque de este atascadero, hasta que yo pueda marchar solo. Secáronse los ojos de la vieja e hizo una mueca dura, como si de repente se extinguiese su emoción. No podía salvar a su nieto; ella era una pobre. Y cruzó los brazos, mostrándose resuelta a escuchar sin conmoverse cuanto le dijera Isidro.

decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire.

Andrés se aventuró al fin a preguntar tímidamente: ¿Qué dices, Rosa? La zagala alzó los hombros, y con los labios hizo una mueca expresiva que significaba indiferencia y dolor al mismo tiempo. Andrés la comprendió, y apoderándose de una de sus manos, dijo cariñosamente. No te pongas triste... Verás cómo mañana lo arreglo yo todo. La joven siguió muda.

Al instante estoy para ti; otro martillazo nada más, y la avería que tenemos en la línea de flotación habrá desaparecido del todo... Bueno, ya te ha llegado el turno; ¿es que no somos cuñados? , un poco respondió Zeli. El señor Durand descolgó el farol y lo aproximó al maestro Zeli que esbozó una entre mueca y sonrisa, muy orgulloso de la sorpresa que iba a dar a Durand.

Después, al serenarse un poco, gracias a un trago de agua azucarada, que debió de parecerle una inundación agradable, hizo una mueca con boca y narices, que llevó a Bonis al recuerdo del abuelo. «¡Oh, como mi padre! ¡Como yo en la sombra!».

Poco después que cantara el gallo por vez primera, se personó el cura de Riofrío en el cuarto de su sobrino, voceando ya como si fuesen las doce del día. Abrió la ventana con estrépito, y los rayos fríos, pero hermosos, del sol matinal dieron en el rostro de nuestro joven, que los acogió con una mueca nada estética. Vamos, gran dormilón, arriba: ¡arriba, hombre, arriba!

Al cabo la halló agazapada al lado de un avellano. Al verse descubierta, hizo una graciosa mueca de enfado. ¡Déjeme usted, D. Andrés... déjeme usted! Y corrió de nuevo a ocultarse en otro sitio. Andrés la siguió. Eso no vale... ya estás descubierta. Tornó a hallarla en la misma posición que antes, metida dentro del canastillo de ramas de otro avellano.

Al mismo tiempo, una mueca violenta que reflejaba su enorme esfuerzo mental hizo bailotear un poco las dos filas de sus dientes, igualmente escandalosos por su blancura. ¿Pirovani?... ¡Ah, ! Aquel italiano que vivía en Río Negro y al que robó Moreno... No ; creo que nunca volvimos á hablar de su hija.

Cualquiera podría observar que una de las niñas, la más llena de carnes y redondita, pagaba algunas, no todas, de las miradas que Mario enfilaba en aquella dirección. Cuando esto acaecía, la joven sonreía leve y plácidamente mientras aquél hacía una mueca singular que nada tenía de sonrisa, aunque pretendía serlo.