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Actualizado: 25 de julio de 2025
Pasaremos nuestra vida a caballo, en carruaje, por los campos y los bosques. ¡Diez días de libertad! ¡Y durante estos días no se presentará ningún pretendiente, ni uno solo! ¡Dios mío! todos estos pretendientes ¿de qué estarán enamorados? ¿de mí o de mi dinero? Este es el misterio, el misterio impenetrable. La máquina silbó, el tren se movió lentamente.
El deseo de poseer una edición completa de sus escritos, movió al duque de Veragua, virrey de Valencia, Mecenas y amigo de la poesía, á dirigirse al mismo poeta para que le hiciese un catálogo de las auténticas.
Ahora que estoy próximo a separarme de ti siguió diciendo el joven, es cuando veo cuánto has penetrado en mi corazón... Parece mentira que en tan poco tiempo te haya llegado a querer de un modo tan entrañable... ¿Te pasa a ti lo mismo? ¿Me seguirás queriendo cuando dejes de verme? Maximina movió varias veces la cabeza en señal afirmativa.
¡Cuánto muerto! suspiró en el interior del automóvil la voz de don Marcelo. Y René, que iba enfrente de él, movió la cabeza con triste sentimiento. Doña Luisa miraba la fúnebre llanura, mientras sus labios se estremecían levemente con un rezo continuo. Chichí volvía á un lado y á otro sus ojos, agrandados por el asombro.
Al fin se movió doña Ramona para alejar un poco más la fotografía; y, sin dejar de contemplarla, exclamó con un entusiasmo que no era de esperar en ella: ¡Dios mío, qué criatura más angelical! ¡De verdad es primorosa! dijo don Santiago cogiendo la tarjeta y acercándose al balcón para examinar el retrato más a su gusto.
Por consiguiente tu presencia no está justificada y nos veremos en la precisión de evitarla. Roussel no se movió. Es verdad, dijo, que en el primer momento, cuando supe por Mauricio que so quería casar con tu sobrina, experimenté un vivo descontento contra él y le obligué á abandonar mi casa. Pero, después he reflexionado: la soledad es buena consejera.
Luego sacó un retrato y le dió un beso, mostrándolo á su visitante. Mi hijo es cazador alpino, lo que llaman «diablo azul», y está en los Vosgos. La vieja, por no ser menos, sacó también del pecho un retrato de soldado. A mi nieto lo mataron; pero ahora trabaja en un cinema todas las noches. La cocinera se movió nerviosamente en su asiento, abriendo mucho los ojos.
Pepita seguía, con una expresión de lástima en los ojos, el tocado rápido de su madre, que se peinaba á ciegas sin el menor rasgo de coquetería. Mamá, ponte la capota negra; es muy bonita y te sienta bien. Doña Cristina movió la cabeza. No, hija, nada de sombreros. Eso pasó. Cada cosa á su edad. Ya soy vieja y no está bien que quiera lucirme en unas reuniones que son para bien de la religión.
Nada, ni se movió, ni chistó. ¡Si las cosas no pintan mejor en junio, te juro que me regalo una bala, como hay Dios! Quilito repuso: No tengas cuidado, que ya pintarán mejor. Me admira tu confianza y tu frescura exclamó el primo, porque si a mí me llega el agua a la cintura, a ti te debe subir hasta el pescuezo; ¿qué vas a hacer con el portugués?
Sin decir nada a nadie, ni a mi señor tampoco, bonita y pasitamente me apeé de Clavileño, y me entretuve con las cabrillas, que son como unos alhelíes y como unas flores, casi tres cuartos de hora, y Clavileño no se movió de un lugar, ni pasó adelante. -Y, en tanto que el buen Sancho se entretenía con las cabras -preguntó el duque-, ¿en qué se entretenía el señor don Quijote?
Palabra del Dia
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