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El hombre que ama a Trini es excelente y muy celoso de su honra. Trini no quiere ni debe engañarle. Y Trini no puede unirse con él, mientras viva el hombre que la burló y bajo cuya mirada se moriría de vergüenza. Los casos y lances por donde llega el autor a resolver este conflicto, no pueden ser imaginados ni presentados con mayor naturalidad, verosimilitud, interés creciente y pasmoso ingenio.

¡Bah! que has nacido para ser víctima, no conoces la venganza. ¡Peor para ti! Un cristiano no puede, no suele ser vengativo. ¡Pobre rey! mañana te herirán en el corazón... digo, si es que tienes corazón. ¡Que me herirán en el corazón! ¡Si mañana te matasen á tu buena esposa!... ¡Oh! ¡si un traidor se atreviese á la reina, moriría! exclamó el rey con una llamarada de firmeza.

Pensaba, en fin, que aquel hombre que parecía tan cuidadoso de su vida, se había casado con ella con la esperanza de que moriría bien pronto, y se indignaba de ver retrasar con todos sus esfuerzos el acontecimiento que tanto deseaba. Fue, pues, tan dura para él, como era amable para los demás. Ocupaba el fondo del carruaje con la vieja condesa.

Había visto otras playas; veía otras montañas; tenía á mis pies un amante joven, hermoso, que me trataba con el mayor respeto. Mis vestidos eran ricos; sentía perlas en mi cuello, y cuando me miraba en el espejo, veía que mi cuello era más nacarado que las perlas. Y no me acordaba de mis padres. Amaba la vida en que entraba, y me moriría por don Hugo. ¡Le amábais! dijo el duque de Lerma.

Me he juzgado más firme de lo que soy en realidad. He creído que podría vivir sin estar rodeado de las atenciones á que estaba dulcemente acostumbrado y he visto después que me engañaba y que moriría de pena en la soledad. Muere; no vemos en ello ningún inconveniente. Habla por ti, querida prima; pero no en nombre de Mauricio.

¡Ay! suspiró la joven , mi madre despidió a Rosalía porque vos me hablasteis. Si Marta, mi protectora, me fuera quitada, me moriría de pena. No es lo mismo; por otra parte el destino lo quiere; no hay que vacilar. Vamos, querida mía, calmaos; sentaos en el banco; así será menos fácil que nos vean.

¡Sin duda! dijo Melchor, el barómetro marca ya 755 milímetros agregó, mirando al que pendía de la pared del comedor, donde acababan de almorzar. ¡Qué agradable sería dormir la siesta bajo un buen aguacero! Aquí tienes, ché, Ricardo, un día excelente para ir a visitar la «Pampita»... y hacer méritos... ¡Hacer una barbaridad!... porque me moriría en el camino.

Y miraba a la joven con ansiedad, porque aquella cruel pregunta se le había escapado, por así decirlo, a su pesar, y comprendía todo lo que semejante suposición debía tener de espantoso para ella. Moriría como Pepa respondió la niña sonriendo con una admirable expresión de amor y de resignación ; como ella, moriría por mi amante. No es la primera vez que se me ocurre.

Me moriría de vergüenza si me creyese una embustera...

Al principio el egoísmo de la madre triunfó y se alegró de aquel rompimiento que suponía. Conoció que su hijo no se humillaría jamás a pedir una reconciliación, que antes moriría desesperado como un perro, allí, en aquel lecho donde había caído al cabo, después de pasear la cólera comprimida por toda Vetusta y sus alrededores, de día y de noche.