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Actualizado: 20 de julio de 2025


Estaban en la región abierta, ligeramente ondulada, que caracteriza la costa en aquel país. El P. Gil, silencioso, caminaba con la cabeza baja, levantándola de vez en cuando para enderezar su mirada vaga, perdida, hacia lo lejos, a las tierras rojas y a las rocas peladas que festonaban la orilla del mar. El sol moría despidiendo su última llamarada, que enrojecía una parte del horizonte.

Pero a pesar de este discurso y otros por el estilo, a Foja no se le ocurría mandar una gallina a don Santos para que le hiciesen caldo. Y como él obraban todos los defensores teóricos del comerciante arruinado. Decían a una que moría de hambre y nadie al visitarle le llevaba un pedazo de pan. Y hasta le visitaban pocos.

Y ahora repuso Quilito con la voz un poco alterada, dame la mano, Agapo, que quiero decirte adiós. Le estrechó la diestra, nerviosamente, y Agapo notó que la mano del sobrino estaba helada, y al resplandor de la hoguera, que moría, su semblante demudado y la misma mirada de demente de ahora poco.

La sensibilidad, la cualidad por excelencia del Indio, fué herida, y si paciencia tuvo para sufrir y morir al pie de una bandera extranjera, no la tuvo cuando aquel, por quien moría, le pagaba su sacrificio con insultos y sandeces. Entonces examinóse poco á poco, y conoció su desgracia.

Muchacha... ¿es que vas a darme lecciones? ¿Te has vuelto loca? Usted que está chocho; pero yo no puedo evitarlo. ¿Qué adelantaría con tirar de la manta? La tía se moría del sofocón. O me ahogaba. Pues lo dicho. En cuanto alguien sepa, por culpa de usted, dónde vivo yo, sabrá doña Frasquita dónde tiene usted la querida.

Un ambiente de inquietud se extendía por el comedor. Febrer le miraba con cierta alarma, como si aguardase verle caer moribundo de su silla. La hija y el capitán habituados al espectáculo, parecían indiferentes. Es el asma, don Jaime dijo trabajosamente el enfermo En Valldemosa... estoy mejor... En Palma me moría.

Del niño no se habló palabra. ¿Quién había de solicitar su tutela siendo pobre? Pocas horas después, como si se hubiese esforzado en vivir hasta ultimar lo hecho, Susana moría en brazos de Valeria. Ella la amortajó y veló, pasando la noche arrodillada a los pies del cadáver. De rato en rato se levantaba para ir a ver a los niños.

Don Pompeyo había pasado la noche al lado del moribundo, solo, completamente solo, porque no había de contarse un perro faldero que se moría de viejo sin salir jamás de casa. Abrió Guimarán el balcón de par en par; una ráfaga húmeda sacudió la cortina de percal y la triste luz del día de plomo cayó sobre la palidez del cadáver tibio.

Maximiliano, como no tenía delante a su tía, se permitió una sonrisa burlona. Miraba en aquel momento a su tío el Sr. de Jáuregui, que le miraba también a él, como es consiguiente. No pudo menos de observar que el digno esposo de su tía era horrendo; ni comprendía cómo doña Lupe no se moría de miedo cuando se quedaba sola, de noche, en compañía de semejante espantajo.

Había caído en prolongado estado comatoso, y rígido, yerto, se acercaba al día siempre seguro y sin mudanza de la eternidad. Moría sin fatiga ni dolor, como en un dulce descanso de aquella enfermedad misteriosa y horrible que había sido toda ella un estertor violento y una fatal agonía.

Palabra del Dia

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