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Actualizado: 20 de junio de 2025
María, comprendiendo que su madre se moría, repuso: Mamá, lo que más importa es la salud del alma... Si Dios quiere llevarte, que te sorprenda en su santa gracia... ¿Pero... me muero..., hija mía? Dios solamente puede decirlo... ¿Quieres que entre el señor cura para reconciliarte? Sí..., que entre..., hija mía..., que entre... El cura entró y estuvo unos instantes a solas con la enferma.
Hablaron largo rato de cosas de la vida, de viajes, de caza, de enfermedades, y sin saber cómo pararon en la cuestión magna del día, a saber, que el Rey no se moría tan presto como algunos pillos quisieran, que se había decidido jurar solemnemente a Isabelita como heredera del trono, y que el buenazo de D. Carlos se marchaba a Portugal.
Brillante se moría de una enfermedad extraña, de un nombre raro que Nelet no podía recordar; pero lo cierto era que estaba ya en la agonía. Y el pobre caballo, como si quisiera afirmar las palabras de su amigo o reconociese a sus amas, levantaba la pesada cabeza, lanzando su estertor angustioso. Aquello partía el corazón a las tres mujeres. ¡Brillante! ¡Pobrecito Brillante...!
A mitad del verano dejó de escribir a Julia. El administrador y yo creímos que la señorita se moría: doña Carmen llegó a Madrid enferma del disgusto, porque ya se traía tragada la infamia. ¡Qué cosas le dijo a su hija! No hubo medio de evitarlo: él amenazó con sacarla depositada, y, ante el escándalo, hubo que ceder. Este es el secreto de todo. Como V. puede imaginar, se acabó la tranquilidad.
El pinche se explicó trabajosamente. Su padre estaba arriba, en Labarga, en una casa de peones, muy enfermo; se moría. Al amanecer había querido levantarse para ir al trabajo como los demás compañeros, pero le ardía la piel, deliraba. El día antes había llovido y se mojó en la cantera.
Miráronse unos a otros, admirados de las razones de don Quijote, y, aunque en duda, le quisieron creer; y una de las señales por donde conjeturaron se moría fue el haber vuelto con tanta facilidad de loco a cuerdo, porque a las ya dichas razones añadió otras muchas tan bien dichas, tan cristianas y con tanto concierto, que del todo les vino a quitar la duda, y a creer que estaba cuerdo.
El hidalgo, al recibir aquel terrible mensaje, se abalanzó sobre Guiomar con la daga desnuda; pero, sintiéndose desvanecer, y creyendo que se moría, la maldijo el fruto que llevaba en el vientre. ¡Qué días los que siguieron!
El aperador lo comprendió todo... ¡Pero qué señorito tan gracioso! Para dar una sorpresa a los amigos y reír con el susto de las mujeres, había obligado a Zarandilla a que soltase un novillo del establo. La gitana, alcanzada por la bestia, habíase desmayado del susto... ¡Juerga completa! ¡La pobrecita Mari-Cruz! lloriqueó Alicappón . La gitana Mari-Cruz se moría.
Jamás había Helena hablado hasta ahora de semejante cosa. ¡Si se moría por el teatro y se entusiasmaba con libros y novelas! Además, me ha dicho la doncella, que algunas mañanas ha salido con ella, al primer toque, antes de que yo me levantara, pero que como no hacían más que ir ahí al lado, no creyó que debía decirlo.
Pero a los dos días, antes de que se pudieran apreciar los efectos, ya no volvió, como si le repugnase aproximar a sus ubres aquel cuerpecito exangüe que parecía un cadáver. En vano buscó la jardinera; no era fácil encontrar pechos generosos que diesen su leche por poco precio. Y mientras tanto, el niño se moría. Todas las mujeres entraban en la habitación del zapatero.
Palabra del Dia
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