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Actualizado: 20 de junio de 2025
No se pudo averiguar de qué se moría don Santos, pero a la media hora se corría por Vetusta que, por culpa del Provisor, se habían pegado y desafiado Foja y Somoza, y no se sabía si el mismo Ripamilán había recogido alguna bofetada.
¿Esta también? dijo para sí Montiño . Pero, señor, ¿qué pasará en mi casa? Os esperaba con impaciencia para haceros algunas graves preguntas. ¿Puedo yo contestar á ellas? Indudablemente. Pues bien, escucho. ¿Tenéis un sobrino? Sí, señora. ¿Se llama Juan Martínez Montiño? Sí, señora. ¿A qué ha venido ese joven á la corte? Ha venido... pues... ha venido á avisarme de que mi hermano se moría.
Moreno se conmovió de tal modo por esta muestra de confianza, que hubo de llevarse una mano á los ojos. Luego se levantó para oprimir fuertemente la diestra del italiano y con palabras entrecortadas fué expresando su voluntad de cumplir fielmente todo lo que le encargase. Juraba dedicarse al cuidado de la hija y la fortuna de su amigo si éste moría al día siguiente.
No pudiendo resistir el alborozo que esto me causaba, iba al corral, ponía canutillos de pólvora a los gatos, y encerrándolos en un cuarto con las gallinas, me moría de risa. Santorcaz, lejos de reír con esta nueva barrabasada de su discípulo, fijaba la mirada en el horizonte, completamente abstraído de todo, y meditando sin duda sobre graves asuntos de su propio interés.
Aparecía en ellas, ya una joven desesperada, que se dejaba enterrar viva por evitar un casamiento aborrecido, ya un amante desdichado, que moría como un ladrón en la horca por no ofrecérsele otro medio de salvar el honor de su dama .» En el siglo XVII reinó con mayor fuerza este gusto dramático, y en vez de tragedias y comedias regulares, se vieron sólo en Italia las Azioni, llamadas generalmente reali, reali comiche ó tragiche-comiche, que eran todas traducciones serviles ó imitaciones exageradas de comedias españolas .
No sólo sufría su cariño de madre, sino que, si su hija moría, la fortuna del conde se le escapaba. El doctor pretendió que no quedaba otra esperanza que darle a la criatura una nodriza robusta y hacerle respirar el aire del campo. Yo me había informado de una nodriza, y conocía una robusta campesina no lejos de Bruselas, que se había presentado a ofrecerse.
Benítez y Frígilis veían en esto síntomas tristes. «Aquella voluntad se moría, pensaba Crespo; en otro tiempo Ana hubiera preferido pedir limosna.... Ahora cede... por no luchar». Y se le caían las lágrimas. «Si yo fuera rico... pero es uno tan pobre...». «Y, añadía, por supuesto, cobrar esos cuatro cuartos no es vergonzoso... a ella se lo parece... pero no lo es.... Ese dinero es suyo».
Y cuando alguno de éstos escapaba, ¡Dios me lo perdone!, que mil veces le daba al diablo, y el que se moría otras tantas bendiciones llevaba de mí dichas.
Después proseguía el paseo y alzaba nuevamente su voz, que recorría varios tonos agudos y graves. Empezaba ordinariamente la oración con un sonido grave y cavernoso, que á poco se debilitaba y moría, se alzaba otra vez hacia el medio de la cláusula, y terminaba por tres ó cuatro palabras medio cantadas en tono chillón y plañidero.
Ahora, querida Antoñita ya le puedo decir: Viviré, porque le puedo anunciar que vivirá. »Crea usted, Antoñita, que mi amor hacia Magdalena no es vulgar ni pasajero; mi unión con ella no era matrimonio de conveniencia, ni siquiera lo que se ha dado en llamar un matrimonio de inclinación: me unía una pasión única, sin ejemplo: y si ella moría tenía yo que morir también con ella.
Palabra del Dia
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