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Actualizado: 20 de junio de 2025
Tendrían más dinero, es cierto, pero se quedarían solas, como abandonadas, sin más amigos que un viejo servidor trabajado y achacoso; un médico tan pobre como ellas, y un dómine que se moría de tristeza y... ¡de hambre! Al irse Angelina fué preciso buscar una criada que viniera en auxilio de mi tía Pepa y de señora Juana. Pero, ¿con qué pagarle sus servicios?
Desgraciadamente, érame imposible luchar contra su experiencia personal, y cuando me afirmaba que las cosas se pasaban de tal o cual modo en el mundo, y los hombres no eran más que pillos, unos agentes de Satanás, me moría de rabia porque no podía contestarle nada.
Era sabido el final de todos los picadores, después de una vida de horribles costaladas: el que no moría repentinamente de un accidente desconocido y fulminante, acababa sus días loco. Así moriría el pobrecito Potaje; y tantas fatigas a cambio de un puñado de duros, mientras que otros...
Y al mismo tiempo versos improvisaba, de los cuales el sujeto era ¿ni cómo podía ser otro? aquella adorada hermosa; y tal vez por un enternecimiento de amor expresado en un concepto poético que en su imaginación nacía y moría, asomaba una lágrima a sus ojos, que de bravos se tornaban en enamorados.
Cuando volvía a su casa, encontraba que su padre se moría. Sin sentir dolor alguno, veía cómo se apagaba la existencia del autor de sus días. El médico indicaba que no había más recurso... Llegaba el sacerdote, pero el moribundo sólo lograba enunciar, con gran dificultad, las palabras: ¡El cofre...! El salón en que se hallaba don Alejandro guardaba muchas obras de arte y objetos antiguos.
Navarro, al verle salir, dio un gran suspiro. ¿Era porque su conciencia estaba aún algo turbada o por desconsuelo de que sus amigos guerrearan mientras él se moría? Dejemos a Zorraquín subiendo a su caballo, cosa para él bien distinta de subir al púlpito. La tropa carlista salía de Elizondo.
Nuestros dramáticos escribieron también para el pueblo, inspirados y llenos de los sentimientos del pueblo, pero de un pueblo que moría, de un pueblo cuya civilización castiza y propia iba a desaparecer, y cuyo espíritu de entonces no había de ser el espíritu de ahora.
Me moría de aburrimiento y pensaba con melancolía, en que nunca me pasaría ninguna aventura, y en que estaba condenada a vivir perpetuamente al lado de mi tía.
El deshonor, la muerte, todo lo creo preferible á la miseria... Yo, que no temo los peligros, me siento cobarde al pensar en la pobreza. Moría la madre, crédula y sensual, fatigada de esperar una fortuna sólida que no llegaba nunca.
Que se asustara Ana, que cayera redonda, que le prendieran a él.... Cualquier cosa... pero como volviera, moría». Así como poco antes había sentido la conciencia tranquila al contener su cólera delante de Ana, ahora se sentía satisfecho ante su resolución de matar al ladrón de su honra si volvía. La noche era obscura, el frío intenso.
Palabra del Dia
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