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Actualizado: 3 de julio de 2025


El amo de una rotiserie, de una taberna, de una lechería, de un pequeño almacen, podrá no ser acaso un monsieur: el ama es todo una madame ó señora.

Sin embargo, no debo hacerme el hombre de mundo. Cuando siento un codazo, ó un aplastamiento de pecho ó de nariz, acompañado de un afectuoso pardon, monsieur, la sangre se me sube á la cabeza, y en mi cara de hiel y vinagre, deben conocer evidentemente que no soy hijo de Paris.

En una de las esquinas de la calle de Lepelletier, hemos visto un marco con el retrato de un señor muy gordo, cuyo señor, segun se dice, cuenta con probabilidades de salir presidente del congreso de diputados. Este buen señor se llama Monsieur Chou, que es como si dijéramos en castellano el señor Col. Estoy escandalizado de mismo.

El contralor comprendió desde luego mis dudas, y se contentó con decirme: allez, monsieur, allez. Allez, monsieur, allez, quiere decir: anda, anda, que allá dentro te arreglarán; ó bien esto otro: estoy haciendo mi vendimia; ¿no ves, majadero, que tengo un racimo en la mano? No seas impertinente, anda y déjame en paz.

Entre los diferentes vinos que se sirvieron era uno de ellos de una casa de Alemania, única en el mundo que lo tiene, cuya botella valia quinientos francos. ¡Sopla! exclamé yo, mirando á mi mujer. Pues si ha tenido algunos convites como ese, bien puede el tal Vefour tener el riñon, bien cubierto. Au revoir, garçon. Hasta la vista, mozo. Au revoir, monsieur et madame.

¡Voto va! dije yo a monsieur Sans-délai; ¿sabéis que nuestro expediente se ha quedado en el aire como el alma de Garibay, y que debe de estar ahora posado como una paloma sobre algún tejado de esta activa población? Hubo que hacer otro. ¡Vuelta a los empeños! ¡Vuelta a la prisa! ¡Qué delirio! Es indispensable dijo el oficial con voz campanuda, que esas cosas vayan por sus trámites regulares.

Nunca me he dado á la poesía, y en cuanto hoy miro veo redondillas castellanas. Vamos al presunto presidente. Monsieur Col, el hombre grueso, De presidente saldrá, Y de este modo tendrá Verdura todo el Congreso. A los veinte pasos del retrato del señor Col, vimos venir como una procesion de hombres, en el momento de desembocar de la calle de Provenza.

Y es fama que cuando éste se acercó á él le dijo en voz baja: «Monsieur, tienen ustedes razón: hay que extraer la riqueza que se halla oculta en este valle. Yo no la necesito ya, pero pronto he de tener nietos y quiero dejarlos bien acomodados. Cuenten ustedes con mi dinero para cualquier empresa lucrativa». Por supuesto que nadie tomó en serio tales palabras y las achacaron al mareo del vino.

Acaso la novedad del lecho, su propia blandura, hicieron en Lucía el efecto que suelen hacer en las personas habituadas a la vida monástica, de quienes se puede decir con paradójica exactitud que la comodidad les incomoda. Al despertar a Lucía con un bol de café con leche, diole la camarera, por primer noticia, la de que monsieur Miranda no había venido en el tren de España.

Indignado contra sus compañeros, Marcelo Valdés se puso otra vez de pie y les apostrofó con la cólera de un loco: ¡Sois unos cobardes y unos canallas!... ¡Al primero que diga una palabra a monsieur Jaccotot, le rompo las muelas!...

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