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Actualizado: 3 de julio de 2025
Leyó monsieur Jaccotot los epígrafes de «Capítulo primero, Tribulaciones de un marido en Francia», y se enrojeció hasta la calva... En efecto, él había sido un marido desgraciado en Francia. Por eso había tenido que abandonar allí su posición universitaria; por eso, absolutamente incapaz para los negocios, veíase obligado a enseñar aquí en un colegio particular...
Perico no pudo menos de decirle sotto voce: ¿Bailas, eh? ¡Veremos mañana qué dice Duhamel!... Estará celestial, celestial. Mañana me escapo, me escapo. De fijo, revientas, revientas, revientas como un triquitraque. No lo creas. ¡Me siento tan bien! exclamó ella bebiéndose un vaso de grosella que le presentaba el hispanófilo Monsieur Anatole.
La época del casamiento fue inducida por la edad de la hija, a quien Aguilar el feliz mortal que tuvo la suerte de verla calculaba diecisiete años... A pesar de la exactitud de estos datos, a renglón seguido, el novelista suponía que ya al tiempo de su enlace monsieur Jaccotot fuera tan viejo como ahora, calvo, canoso y de anteojos de oro.
Voy á dar algunos detalles sobre dos caractéres singularísimos de la sociedad francesa, caractéres reflejados en dos palabras; pardon y merci; perdon y gracias. Esto nos ha acontecido varias veces, y mi mujer, al oir pardon, monsieur ó madame, me preguntaba: ¿qué dice? Nos pide perdon, respondia yo á mi mujer. ¿Qué diantre de tantos perdones?
En varias ocasiones evitó descomunales bochinches, haciendo notar a sus compañeros que iban a perder con un cambio de profesor de francés... Por eso le repuso, siempre rojo y tartamudeando: Yo no he tenido intención ninguna... Escribí por escribir... Le pido perdón, ¡todos le pedimos perdón, monsieur Jaccotot!... Y Marcelo Valdés decía la verdad al disculparse.
Bien puedes también, hermana dijo el general , regañar al loco de Rafael, por haber respondido a ese Monsieur le Baron, a una pregunta por el mismo estilo, acerca de la Cruz de los Ladrones, junto a la Cartuja, que se llamaba así porque a ella iban a rezar los ladrones, para que Dios favoreciese sus empresas. ¿Y el barón se lo ha creído? preguntó la marquesa.
Oh, señor duque; los caballos que yo le he vendido no son pencos, no. Los mecores animales que nunca he tenido se los ha llevado usted , respondió con acento extranjero, sonriendo de un modo servil M. Fayolle. Los desechos de París es lo que usted me trae. Pero no crea usted que me engaña. Lo sé hace tiempo, monsieur; lo sé hace tiempo.
Mientras leía aquel tejido de inocentes perversidades, monsieur Jaccotot sintiose tocado en la secreta llaga de su corazón. ¿Cuál sería el porvenir de esa Silvia idolatrada? ¿Heredaría la naturaleza galante de su madre, así como su fisonomía y su gesto?... Y por el rostro del viejo maestro corrieron dos lágrimas silenciosas...
Al oír la campana, monsieur Jaccotot pareció sacudirse y despertar de un sueño... Dejó sobre la mesa el cuaderno... Sacó el pañuelo del bolsillo faldero del jaquet, pasóselo por la cara, guardolo de nuevo, y salió sin decir palabra... Era la primera vez, en sus doce años de enseñanza en el colegio, que se olvidaba de marcar la lección para la clase siguiente, antes de irse...
¡Alto ahí, canalla, o te rompo el morro! exclamó Diógenes poniendo su formidable puño en las narices mismas de Jacobo . ¿Qué es lo que buscas tú? ¿Dinero?... Pues ahí tienes a la de Albornoz; una... pelona como tú, que te dará lo que quieras... ¿Qué más te da, llamarte Jacobo que monsieur Alphonse?...
Palabra del Dia
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