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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Perico no pudo menos de decirle sotto voce: ¿Bailas, eh? ¡Veremos mañana qué dice Duhamel!... Estará celestial, celestial. Mañana me escapo, me escapo. De fijo, revientas, revientas, revientas como un triquitraque. No lo creas. ¡Me siento tan bien! exclamó ella bebiéndose un vaso de grosella que le presentaba el hispanófilo Monsieur Anatole.
«¿Qué he de tener, desgraciada de mí? exclamó al fin bebiéndose sus lágrimas , sino que hoy, sin saber por qué ni por qué no, me veo tal y como soy; soy mala, mala, más que mala, y se me vienen al filo del pensamiento toditos los pecados que he cometido, desde el primero hasta el último...».
Hoy el automóvil ha ocupado el lugar de la pintoresca diligencia y sus parejas de caballos, y pasan por aquí bebiéndose los vientos a toda hora del día y de la noche, haciendo resonar sus cornetas.
Y dejando caer su cuchara en la sartén de arroz, lloriqueó largamente, bebiéndose las lágrimas. Después enrojeció con repentina rabia, mirando el pedazo de vega que se veía á través de la puerta, con sus blancas barracas y su oleaje verde, y extendiendo los brazos gritó: «¡Pillos! ¡pillos!» La gente menuda, asustada por el ceño del padre y los gritos de la madre, no se atrevía á comer.
El señor Fermín era de estos admiradores. ¡Un personaje de tantos pergaminos, que podía, sin desdoro, hacer el amor a una princesa, encaprichándose de muchachas del pueblo o de gitanas; escogiendo sus amigos entre caballistas, toreros y ganaderos y bebiéndose una copa de vino con el primer pobre que se aproximaba a pedirle algo! ¡Esto era democracia pura!... Y al entusiasmo por los gustos plebeyos del prócer que parecía querer resarcir a la gente de la altivez y el orgullo de sus empingorotados abuelos, uníase la admiración casi religiosa que la fuerza, el vigor físico, inspira siempre a la gente del campo.
Doña Lupe lo sospechó así, y mientras Fortunata se le llevaba otra vez a su cuarto, procurando calmarle, la señora cogió a la chiquilla por su cuenta, y con la persuasión de tres o cuatro pellizcos, hízole confesar que ella era culpable de lo ocurrido. «Mire, señora replicaba ella bebiéndose las lágrimas ; él fue quien empezó, porque yo no chisté.
«Puede usted disponer de toda la ropa blanca murmuró . Mande usted por ella mañana. No quiero nada replicó Isidora, bebiéndose sus lágrimas de fuego, pálida, trémula. Y andando hacia la puerta tuvo una inspiración de drama; se volvió a él, le echó rodadas de desprecio por los ojos y le dijo: «Soy la vengadora de los licenciados de Cuba». Botín se sonreía como un demonio que ha ganado un alma.
Esta, que también tenía su genio, hervía interiormente en despecho y deseos de revancha. «¡Miren la tía bruja decía para sí, bebiéndose las lágrimas , con su teta menos...! Mejor tuviera vergüenza de ponerse la teta de trapo para que crea la gente que tiene las dos de verdad, como las tienen todas y como las tendré yo el día de mañana...». Por la tarde, cuando la señora salió, encargando que le limpiara la ropa, ocurriole a la mona tomar de su ama una venganza terrible; pero una de esas venganzas que dejan eterna memoria.
Palabra del Dia
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