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Actualizado: 28 de junio de 2025
Esta noche la tertulia se presenta muy animada. Los amigos de la actriz charlan y ríen más que de costumbre. Don Jerónimo no lo echa de ver; la ha conocido tan niña, que se cree con derecho a prescindir de ciertos miramientos debidos a las damas; suponiendo que se los haya tributado en su vida a alguna, que no lo creemos.
Ya sé que mi primo y esas otras dos, son gente mala. ¡Bastantes disgustos me dan! Pero llevan mis apellidos, y tú debes hablar de ellos con mayores miramientos por ser de mi casa. Además, ¿qué sabes tú de lo que les tiene reservada la gracia del Altísimo?... La Magdalena era peor que esas dos desgraciadas, mucho peor, y murió como una santa.
No me llaméis señora dijo la Dorotea ; yo no soy señora, soy una comedianta; una mujer que ha nacido para vivir libre como los pájaros, cantando siempre de rama en rama... para estar alegre, para gozar... para tener un amante... un verdadero amante que la ame, y no la trate con esos insoportables miramientos con que vos me tratáis... que no se pase los días sin verla... que no la olvide por nada... que no se vea obligada á llamarle señor, más que de su alma... y esto dulcemente... en fin, que no la aburra, que no la entristezca, que no la fastidie.
Pep no sabía con certeza cómo podía haber influido la presencia de su hijo en el escándalo de la noche anterior, pero recordaba su resistencia a ser clérigo, su fuga del Seminario, y la memoria de estos disgustos despertaba su cólera, haciendo que la concentrase en el muchacho. ¡Se acabaron los miramientos y bondades! El próximo lunes lo llevaría al Seminario.
Es lo cierto que mi padre, a pesar de la reputación que tiene de ser por lo común poco respetuoso y bastante profano con las mujeres, trata a ésta con un respeto y unos miramientos tales, que ni Amadís los usó mayores con la señora Oriana en el período más humilde de sus pretensiones y galanteos: ni una palabra que disuene, ni un requiebro brusco e inoportuno, ni un chiste algo amoroso de estos que con tanta frecuencia suelen permitirse los andaluces.
«Pero qué le diría, o le podría decir Quintanar al Magistral, que él no comprendiera.... Sí, sí, mirando las cosas como las mira el mundo, aquello pedía sangre, es más, no ya sólo por satisfacer el deseo de vengarse, hasta para poder vivir entre las gentes con lo que llama el mundo decoro, era necesario, según las leyes sociales, según lo que las costumbres y las ideas corrientes exigían, que don Víctor buscase a Mesía, le desafiase, le matase si posible le era, o si le cogía in fraganti en el delito, o cerca de él, que le sacrificase sin miramientos, con justicia pronta.
El memorial iba acompañado de una especie de estipulación redactada sin miramientos por la pluma del pretendiente. 1.ª Que se le procurara el capelo de Cardenal, dado caso que hubiera fallecido su mujer, aplicándolo á su hijo Gonzalo Pérez en el contrario, con advertencia de no indicar á Su Santidad para quién se pretendía.
¡Qué triste! era dejar así la vida, lejos de los suyos, en la aurora risueña de los veinte años; se pegaría el tiro, bueno, ya lo había dicho y cumpliría su palabra, pero su cuerpo quedaría allí sobre la maleza, como el de un perro callejero, y pronto vendrían los curiosos y los vigilantes, y le registrarían, aún caliente, con sus manazas rudas para saber quién era, y sin miramientos, como se carga la res que se acaba de desollar, le colocarían sobre sucias angarillas y le llevarían a la comisaría, al depósito de cadáveres, hasta que papá o tiíta Silda vinieran a reclamarle. ¡Qué triste! ¡qué triste! ¿no sería mejor arrojarse al río, con una gruesa piedra a la cintura, para quedarse allí abajo dormido, y que nadie, nadie, volviera a verle? ¡ay, no! el ahogarse cuesta mucho, se sufre y la muerte tarda en venir... ¿Qué hora era? el sol iba a ponerse, y bajo los sauces se sentía más frío que antes: cuando la noche cerrara del todo, entonces, entonces... ¿Qué harían en su casa? los viejos estarían esperándole: a su cuarto no habían de subir, hasta que el retardo no les alarmara. ¿Habría conseguido algo tiíta Silda?
Sí respondió Francisca poco convencida, para las almas hermosas puede tener atractivos todo eso... Para las almas inferiores como la mía, no tiene ninguno. Yo creí, Francisca dijo la abuela con tono de reproche, que tenía usted corazón. Mi corazón se atrofia en el celibato respondió Francisca sin miramientos. Siento que me voy volviendo mala... Buena solterona murmuró Petra a la sordina.
Sea usted más comedido, y ya que no respete la sotana que visto, guarde los miramientos que se deben a las señoras. Ante Dios y ante los hombres ésta es la esposa legítima de su amo de usted. Déjeme el paso franco, que a usted no le toca en este asunto más que oír, ver y callar. Y dando un empellón al viejo, se volvió diciendo: Venga usted, señora.
Palabra del Dia
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