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Actualizado: 28 de junio de 2025
»Como él es tan menudito de formas y parece, por el estilo de sus cartas, la misma languidez en carne y hueso, me temo mucho que no sirva maldita la cosa para la vida que hacemos aquí. Si resulta esto verdad, y por miramientos de cortesía tenemos que acomodarnos nosotros a su modo de andar... ¡entonces sí que me voy a divertir! Hoy por hoy, me apuran un poco estas dudas.
No era el Conde de la reciente escuela y última cría, que hace gala de gastar pocos miramientos con las mujeres, o si lo era, sabía distinguir ocasiones y personas, y conociendo que no ganaría con abatirse intrépida y bruscamente sobre su presa, estuvo hasta cortado y tímido en los primeros instantes.
No se resistió por ello a habérselas con el cura: la ocasión venía rodada para tratarle sin miramientos y, además, siempre era mejor entenderse con él que con su madre, cuya bondad pasada no existía, y cuya cortedad de entendimiento no se habría, de fijo, corregido.
Otro administrador cualquiera hubiera acabado con el marqués en diez años. El marqués, por lo tanto, creía deber a D. Acisclo diez años de buena y alegre vida. Otro administrador cualquiera no hubiera hecho los adelantos por la mitad menos, y se hubiera enriquecido más pronto, y no hubiera arruinado a su señor con tantos miramientos, con tanta suavidad y pausa, y con tan severa conciencia.
Gracias, buen amigo, dijo el ministro con gravedad, pero muy sobresaltado, pues tan confusos eran sus recuerdos, que casi creía que los acontecimientos de la noche pasada eran solo un sueño. Sí, agregó, parece que es mi guante. Y puesto que Satanás ha creído conveniente robároslo, en adelante Vuestra Reverencia debe tratar á ese enemigo sin miramientos de ninguna clase.
Por complemento escribió el Rey al Conde de Essex , agradeciendo infinito lo que había hecho por Pérez, consejero digno de toda clase de miramientos, que le era muy querido y agradable. Sentía no poderle dar todo lo que deseara y él se merecía; aseguraba, sí, que participaría de la miseria de Francia con la buena voluntad del que la regía.
Y después del triunfo de su hijo sobre la impiedad representada en don Pompeyo Guimarán, después de aquella conversión gloriosa, su madre le admiraba con nuevo fervor y procuraba ayudarle en la satisfacción de sus deseos íntimos, guardando siempre los miramientos que exigía lo que ella reputaba decencia.
Volvieron el rostro al cafetín, y como personajes de tragedia, lanzaron una eterna maldición sobre la cabeza de Espantagosos, un ladrón que, al quedarse sin dinero dos hombres honrados, les echaba a la calle sin más miramientos. El humo de la falla, denso y pegajoso, les hizo toser; pero se detuvieron ante el rescoldo enorme como un brasero de gigantes.
A fines del siglo XVI, esta moza estaba al servicio de unas señoras que, aun pasando por recatadas y prudentes, recibían con sospechosa intimidad á un señor canónigo, el cual debía ser persona de ancha conciencia y no muy apropósito para resistir las tentaciones, pues el enemigo llevóle á poner los ojos en la criada de las señoras, sin andarse con otros miramientos.
Entonces, usando de todos los miramientos, vacilaciones y rodeos, tímidos unas veces, enérgicos otras, propios del hombre encargado de dar una noticia inesperada y triste que ha de herir el corazón, me dijo, recibiéndome en sus brazos: «¡Ya no tienes madre!» Me pareció que el suelo se hundía bajo mis pies, que mi existencia vacilaba por encontrarse sin base; mi alma elevose rápidamente al cielo como queriendo buscar la de aquélla que fue vida de mi vida aquí en la tierra. ¡Jamás hubiera creído que pudiese vivir sin ella un solo día!
Palabra del Dia
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