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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Es cangrejo porque se vuelve atrás de sus mismas opiniones francamente; abeja en el chupar; reptil en el serpentear; mimbre en lo flexible; aire en el colarse, agua en seguir la corriente; espino en agarrarse a todo; aguja imantada en girar siempre a su norte; girasol en mirar al que alumbra: muy buen cristiano en no votar; y seméjase, en fin, por lo mismo, al camello en poder pasar largos días de abstinencia; así es que en la votación más decidida álzase el ministerial y exclama: ¡Me abstengo! pero, como aquel animal, sin perjuicio de desquitarse de la larga abstinencia a la primera ocasión.
Nace bien esta beldad extraordinaria, con el genio a sus plantas». Dos amigas están sentadas a la sombra de la magnolia, nuestra antigua conocida. En un sillón está sentada Lucía. Otras sillas de mimbre esperan a sus dueñas, que andan preparando dulces por los adentros de la casa, o con Ana, que no está bien hoy. Está muy pálida.
Aquellos hombres de largas blusas y boinas mugrientas, apoyados en fuertes garrotes, miraban con asombro, como si fuesen de una raza distinta, á los arrogantes mineros, que se llamaban á gritos y se abrían paso reclamando el auxilio del alguacil, única autoridad que guardaba el orden del inmenso concurso, sin más arma que un mimbre blanco.
Ello es que se le venían con frecuencia suma impulsos de tratar a Amparo como a las chiquillas de su aldea, las tardes de gaita; de pellizcarla, de soltarle un pescozón cariñoso, de echarle la zancadilla, de darle un varazo suave con la recién cortada vara de mimbre. Pero tan osados pensamientos no llegaban a realizarse nunca.
Los pueblos de otras razas, donde se sabe poco de los europeos, peleaban por su cuenta o se hacían amigos, y se aprendían su arte especial unos de otros, de modo que se ve algo de pagoda hindú en todo lo de Asia, y hay picos como los de los palacios de Lahore en las casas japonesas, que parecen cosa de aire y de encanto, o casitas de jugar, con sus corredores de barandas finas y sus paredes de mimbre o de estera.
Desengáñate, no hay saber como ese de cogerle a uno la muñeca y mirarle la lengua, y decir al momento en qué hueco del cuerpo tiene aposentado el maleficio.... Dicen que don Teodoro le saca un ojo a un hombre y le pone otro nuevo, con el cual ve como si fuera ojo nacido.... Miá tú que eso de ver un hombre que se está muriendo, y con mandarle tomar, pongo el caso, media docena de mosquitos guisados un lunes con palos de mimbre cogidos por una doncella que se llame Juana, dejarle bueno y sano, es mucho aquel.... Ya verás, ya verás cómo se porta D. Celipín el de Socartes.
Había llegado a decir que si doña Manolita fuese algo de él, mujer, por ejemplo, le había de sacar del cuerpo los rabillos de lagartijas, aunque fuese menester emplear una buena vara de mimbre.
Mire usted siguió la niña, asiendo de un flexible mimbre y divirtiéndose en coronarse con la obediente rama , ¡a que no es usted capaz de creer que su tristeza se me va pegando, y que también yo me hallo así... no sé cómo, preocupada, vamos! Diera... lo que no sé por verle contento y... natural, como son todos los hombres. Usted no tiene el mirar ni la cara como los demás, Don Ignacio.
¡Si yo creo que hasta debe de tener miseria, mujer! apuntó una delgadita como un mimbre, que oscilaba mucho al andar y se chupaba un dedo en cuanto se paraba . ¡Cómo se arrasca! Oye, tú dijo al oído de la anterior, abriendo mucho los ojos y enarcando las cejas, una pequeñuela, muy nerviosa y asombradiza . ¡Si traerá la navaja! ¿Qué navaja? preguntó la delgadita, no muy segura de su valor.
La muchacha también llevaba una cesta de blanco mimbre, cuyas tapas movíanse al compás de la marcha, haciendo que el interior sonase a hueco; pero no se preocupaba de ella, atenta únicamente a mirar con ceño a los transeúntes demasiado curiosos o a pasear ojeadas hurañas de la señora al cochero o viceversa.
Palabra del Dia
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