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Actualizado: 10 de julio de 2025


Sin notar, al parecer, la mirada de reproche que la señorita Margarita dirigió al obsequioso gentil hombre, acepté sus espuelas. Cinco minutos después, un ruido de pisadas desordenadas anunciaba la aproximación de Proserpina que traían trabajosamente al pie de la escalera del jardín reservado, y que era, entre paréntesis, una yegua muy bella mestiza, negra como el azabache.

La mestiza también se mostraba preocupada por los sucesos de la tarde. Miró á Ricardo con severidad, pensando sin duda en la niña de la estancia. ¡Ay, los hombres! Hasta este gringo que ella creía buenazo resultaba tan perverso como los otros. Pasó adelante el joven, sin fijarse en tal mirada, y encontró en el salón á Elena que parecía esperarle.

La iglesia, el convento y el tribunal. Dos cuadros. Un cocinero municipal y una mestiza tendera. Aguas constantes. Higrómetros y termómetros. Frío. Las frondas del gran Banajao. Artes y oficios. La niña, la hermana y la madre. Tejedoras. Petacas y sombreros. Música fuerte y música débil. Fray Samuel Mena. El pretil del convento. La campana de las ánimas. Cofradías. La guardia de honor de María.

Esta última es morena, sus ojos por lo regular son negros, su nariz algo deprimida, su pelo largo y de gruesa hebra y sus labios ligeramente abultados. El rasgo característico que define á la cuarterona de la mestiza, es que esta última conserva en toda su pureza las tradiciones de su airoso y pintoresco traje.

Parecía abstraído, y de pronto hizo un gesto de asombro y de inquietud, como si acabase de descubrir una temible verdad. Volvió la espalda á Sebastiana y anduvo velozmente hacia el sitio de donde había venido. Quedó asombrada la mestiza viendo correr al ingeniero, cada vez más apresuradamente, como si sus palabras le hiciesen temer que podía llegar tarde.

Todo lo que éste hiciese le parecía bien y digno de agradecimiento. He aquí nuestra servidumbre dijo Robledo. Y presentó á una mestiza gorda y entrada en años, la criada principal, dos pequeños mestizos descalzos, que llevaban los recados, y un español rústico, encargado de la caballeriza.

Bella mujer, que la belleza igualas del "rosario" que lleno de ufanía luce en sus cuentos tan fragantes galas: Un rosario de flores bien querría. Si el que llevas al cuello me regalas ¡te prometo rezarlo cada día! LA MESTIZA ESPA

Elena la animó á que hablase, y entonces la mestiza dijo resueltamente: Yo estaba al servicio del finado don Pirovani, y como ya es difunto... por lo que todos sabemos, debo irme. Manifestó la señora su extrañeza ante tal decisión. Podía quedarse; ella estaba contenta de sus servicios. La muerte del italiano no era motivo suficiente para que se marchase.

En reserva les diré á ustedes que con mucho sigilo me dijo en una ocasión una india que servía á una mestiza cuarterona, que ó pesar de todo cuando decía su ama, de cuando en cuando mascaba un chiquirritín buyito y saboreaba un cigarrillo; pero que siempre lo hacía teniendo cerca el cepillo de los dientes y el agua perfumada.

¡Mi señorita linda!... Siempre me cuesta el conocerla con su traje de varoncito. ¿Cómo le va?... Y bajó apresuradamente los escalones de madera, atravesando la calle para ir al encuentro de Celinda Rojas. No se habían visto desde el día que Sebastiana abandonó la estancia; y ahora, por odio á don Carlos, creyó conveniente la mestiza enumerar las magnificencias de su nueva situación.

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