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Actualizado: 10 de julio de 2025
Vistiendo un traje de corte sastre que ella había desechado en París y asombraba aquí á todos por su elegancia, se dedicó con los guantes puestos á la limpieza y arreglo de la casa, marchando al frente de la mestiza gorda y sus dos acólitos. Cuando intentaba predicarles con el ejemplo, se hacía visible inmediatamente su torpeza para esta clase de trabajos.
Don Carlos Rojas estaba en la habitación principal de su estancia, sentado á la mesa con don Roque, el comisario de Policía del pueblo. Una muchachita mestiza se mantenía erguida junto á ellos, mirándolos con sus ojos oblicuos, en espera de órdenes.
Sus facciones están demacradas, y son miserables sus escasas ropas. Entre sus descarnados y largos dedos, esponja y prepara una batea de gogo que servirá para refrescar y limpiar la cabeza del soberano de aquella casa. El soberano no es soberano, sino soberana. Es la casa de una rica y guapa mestiza.
La mestiza que lleva en sus venas una sola gota de sangre china, jamás puede confundirse ni con la cuarterona ni con la mestiza de india y europeo. Es imposible encontrar en las razas humanas una fuerza de atracción como la que se nota en la china y japonesa.
Por la noche hubo su indispensable bailujan, en el que, hizo los honores con gran desenvoltura una agraciada mestiza, llamada María, si bien ella respondía siempre por el nombre de Angue. De la conversación que tuve con Angue, deduje el estado primitivo de su espíritu.
De lejos, estas alas hacían del pobre jaco una caricatura del caballo de las Musas. Los dos orgullos del joven salteño eran su cabalgadura y su nombre. El nombre lo debía á una mestiza sentimental que había estudiado para maestra en la ciudad, llevando al pueblecito de los Andes el producto de sus desordenadas lecturas.
La mestiza era demasiado bien criada para abrir una puerta sin permiso; pero antes de solicitarlo, creía oportuno siempre mirar un poco por el ojo de la cerradura. Cuando asomó al fin la cabeza entre las dos hojas de madera, dijo bajando sus ojos maliciosos: Mi antiguo patrón don Pirovani quiere ver á la señora. Parece que trae prisa.
La criada mestiza, ayudada por los dos muchachos, quitaba la mesa, y la habitación con tabiques de madera iba tomando el mismo aire que si Elena diese una fiesta. Los tres visitantes, al hablarla, repetían con cierto arrobamiento la palabra «marquesa», como si les llenase de orgullo verse amigos de una mujer de tan alta clase. Elena no ocultaba cierta predilección por Canterac.
¡La mestiza española...! La que auna la sangre de dos razas, la admiraba de Norte a Sur; la ninfa elaborada por los rayos de plata de la luna; la mujer amorosa cual ninguna, del malayo pensil flor delicada, no volverá a lucir, ni la templada brisa de Oriente arrullará su cuna. No más la languidez de su semblante, ni su busto arrogante, en sus espejos copiarán los ríos;
Además, don Carlos tuvo que privarse del placer de continuar haciendo suposiciones sobre su futura riqueza al ver á una mestiza de formas exuberantes, carrilluda, con los ojos oblicuos y una gruesa trenza de cabello negro y áspero que se conservaba sobre sus enormes prominencias dorsales para seguir descendiendo. Al entrar en el comedor dejó junto á la puerta un saco lleno de ropa.
Palabra del Dia
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