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Los ramilletes servían después para decorar el altarcito de la Virgen, ante la cual ardía a todas horas una mariposilla. Colocada la ofrenda volvíamos al patio. Entonces Angelina hacía otro ramillete, un ramilletín muy cuco, para que alegrara mi recámara, puesto en una copa de cristal en que nunca faltaban, diamelas, capullos carminados o heliotropos fragantes.

Y tembló: formidable en su memoria se alzó horrible, cual lúgubre agonía, cual tremenda vision expiatoria, la infinita amargura de su historia, dolor tras de dolor, dia por dia. ¿Dónde estaban los lauros triunfadores que arrancó de las lides su pujanza? ¿Dónde sus horas plácidas de amores? ¿Dónde las tiernas, las fragantes flores, sér de su sér y luz de su esperanza?

Los purohitas echaron sobre las brasas canela, sándalo, espliego y otras plantas y yerbas secas y fragantes. Se levantó llama y Narada la avivó más con libaciones de soma divino.

En esta incómoda mezquita, como en terreno prestado, se habia celebrado el culto público de Mahoma en los años mas gloriosos, si no los mas felices, del reinado de Abde-r-rahman I; pero ahora en su venerada vejez anhelaba dilatar sus arrogantes miradas en nueva, espaciosa y magnífica aljama, haciendo una sola casa de adoracion de la mezquita y la basílica reunidas, sustituyendo al tabernáculo el libro del Profeta, al ara sagrada el lujoso mimbar, al ambon el púlpito de los khatibes, y á las nubes de incienso los fragantes pebeteros de aloe y ambar-gris.

No como la encina, que se levanta orgullosa hasta que el rayo la hiere, sino como las yerbecillas fragantes de las selvas y las modestas flores de los prados, que dan más suave y grato aroma cuando el villano las pisa.

En Goa, sin duda, hubo más tarde de inspirarse Camoens para imaginar aquella deliciosa y encantada isla que Venus hizo surgir del fondo del Océano, cubriéndola de amenos jardines, de fragantes selvas y de limpios y tranquilos lagos y poblándola de hermosísimas ninfas que, heridas todas por las ardientes flechas de un ejército de Amores, brindasen mil deleites a los felices héroes de su poema y se rindiesen a su talante y deseo.

Imperaba en él todavía la reserva de los primeros momentos: la gente comía con moderación y delicadeza, los camareros y mozos de servicio andaban discretamente sin taconear, las cucharas producían leve música al tropezar con los platos, la virginidad del mantel alegraba los ojos, y el vaho aperitivo de la sopa no desterraba del todo las fragantes emanaciones de las rosas y claveles de los floreros.

Bella mujer, que la belleza igualas del "rosario" que lleno de ufanía luce en sus cuentos tan fragantes galas: Un rosario de flores bien querría. Si el que llevas al cuello me regalas ¡te prometo rezarlo cada día! LA MESTIZA ESPA

Y Juan vio con emoción, aquellas pequeñas manos colocar hábilmente sobre la solapa de su vestido las fragantes rosas. ¡Mire un poco dijo sonriendo la joven. Está usted igual a esos jóvenes tan elegantes!... Hasta luego; lo esperamos en el hall. Media hora después la familia se encontraba reunida, y Juan recibía de todos una acogida afectuosa.

Lope, niño eterno, abandónase a los desenfrenados impulsos de su temperamento lo mismo viviendo que escribiendo. Idéntico ritmo alocado palpita en los hechos de su vida y en las estrofas perennemente fragantes de sus versos; jamás le abandonó la divina embriaguez de la adolescencia.