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Actualizado: 14 de junio de 2025
Su rubor provenía no sólo de mentir, sabiendo que Adriana estaba en la cazuela, sino también a causa de sus hombros y brazos desnudos; aquel año venía por primera vez a la platea del Colón y no podía sacarse la preocupación de que todo el teatro podía verla tan escotada. Ni se atrevía a mirar a Muñoz.
Y Carmen, en medio de sus angustias, fué hábil y prudente para mentir poco y disculpar a la gente de la casona, viniendo a declarar, en suma, que era su voluntad seguir viviendo con aquella familia.
No debes mentir ni por salvar la vida del prójimo, ni por salvar la honra de nadie, ni por el bien de la religión; pero yo me atrevo á sostener que debes callar la verdad cuando nadie la inquiere de tí y cuando de decirla resultan más males que bienes. Pensar algo en contra es delirio. Lo sostengo sin vacilación. Voy á explanar mi doctrina en breves palabras. Tú cometes un pecado.
"¿Qué diré del mentir? Jamás se halla verdad en nuestra boca: encajamos duques y condes en las conversaciones, unos por amigos, otros por deudos, y advertimos que los tales señores o estén muertos o muy lejos." "Quien ve estas botas mías, ¿cómo pensará que andan caballeras en las piernas en pelo, sin media ni otra cosa? Y quien viere este cuello, ¿por qué ha de pensar que no tengo camisa?
Era preciso que amase mucho á Herminia y que su padrino, en el momento de salir, le hubiese recomendado de nuevo el disimulo, para que se decidiese á mentir de aquel modo. Pero no le fué necesaria mucha habilidad. En un instante, la actitud de la señorita Guichard había cambiado. Su violencia desapareció, las nubes de su frente se disiparon y con la faz radiante, sonrió á Mauricio como á un amigo.
Hacía elogios de la hija predilecta, olvidando por completo el incidente de la noche anterior, sin pedir nuevas aclaraciones, librando a Ojeda de la necesidad de mentir, diciéndolo él todo, como si estuviese mejor enterado que nadie por el solo testimonio de Nélida.
Sí, señor.... Petra temblaba, pero seguía dispuesta a mentir si le preguntaba por el ama. Bien; vete. Y don Víctor se puso a atacar con rapidez cartuchos y más cartuchos. En tanto el Magistral había explicado latamente lo que quería dar a entender con lo de la vida beata.
Cuando se hubiera casado esa señora con algún paje suyo, o con otro criado de su casa, como han hecho otras muchas, según he oído decir, fuera el daño sin remedio; pero el haberse casado con un caballero tan gentilhombre y tan entendido como aquí nos le han pintado, en verdad en verdad que, aunque fue necedad, no fue tan grande como se piensa; porque, según las reglas de mi señor, que está presente y no me dejará mentir, así como se hacen de los hombres letrados los obispos, se pueden hacer de los caballeros, y más si son andantes, los reyes y los emperadores.
Diez años comprenden un periodo de renovación: diez años rara vez corren en balde, y el que mira hacia atrás suele sorprenderse del camino que se anda en una década. Mas así como hay personas, hay lugares para los cuales es insensible el paso de una décima parte de siglo. Ahí están los Pazos de Ulloa, que no me dejarán mentir.
¿Estás acaso enamorado de Catalina? preguntó. Los ojos de ámbar del capitán, maliciosos y fijos en Jaime, no le permitieron mentir. ¿Enamorado?... Enamorado no. Pero no era indispensable el amor para casarse. Catalina era simpática, podía ser una excelente esposa, una agradable compañera. Pablo extremó más aún su sonrisa.
Palabra del Dia
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