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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Maxi, que al hablar de la familia se dejaba guiar más por el amor propio que por la sinceridad, le había hecho mil cuentos hiperbólicos de Nicolás, pintándole como persona de mucha virtud y talento, y ella se los había creído.

El hombre que hace el disparate de casarse, se engrana, se engrana, ¿me entiende usted?, y ya no es dueño de su movimiento. Creo que es el quinto. , el quinto es dijo Maxi, que sentía una corriente fría pasándole por el espinazo.

Pues tampoco a Maxi le quiero ver... No sabe usted lo mal que me sienta verle y hablar con él... Me trastorna. No les deje usted pasar. Que se vayan a los infiernos. ¡Estoy tan tranquila aquí solita con mi hijo, y los amigos que me protegen...! ¡Que no venga, por Dios! ¿Usted me promete que no vendrán? Lo pedía con terror suplicante.

Al oír esto, que Maxi expresó con cierta elocuencia, Fortunata volvió a inquietarse, y llamó de nuevo a su tío, que seguía dando los ronquidos por respuesta.

Cuando iban por la calle, doña Lupe, que comprendió cuánto había impresionado a su sobrina el encuentro con la señora de Santa Cruz, intentó dos o tres veces aludir a esto; pero la prudencia y un sentimiento de delicadeza retuvieron su charlatana lengua. iv En el portal de su casa se separaron; doña Lupe subió y Fortunata fue a la botica, donde Maxi estaba solo, haciendo un emplasto.

Algo la desconcertó Maxi el día en que se mostró sabedor del secreto, pues la señora, para hacer todos aquellos proyectos benéficos en interés del vástago de Santa Cruz, partía del principio de que su sobrino desconocía en absoluto la verdad.

Dígale usted replicó la esposa en voz más baja y expresándose con mucha dificultad ; dígale usted que no he venido, porque me marcharé en cuanto sea de día. Yo no entiendo una palabra... ¡qué ha pasado, Santo Dios!... ¿Quién maltrató a Maxi? Fortunata dio un gran suspiro. «¡Qué farsa! Voy a dar parte a la justicia. Veremos si al juez le contesta de esa manera.

Seré una santa como ... Di si quieres...». Maxi la interrogaba con su mirada luminosa. «Di si quieres. Verás cómo lo cumplo. Seré una mujer modelo, y tendremos hijos y yo... Pero has de hacer lo que te digo. Yo te juro que no me volveré atrás, y te querré.

Después le vio pasar a la acera de enfrente y seguir hasta el rincón de la escalerilla, como si fuese al café de Gallo. viii Como antes se ha dicho, a los pocos días de la desaparición de su mujer, Maxi empezó a echarla de menos, mostrándose receloso, y apeteciendo su compañía con cierta mimosidad impertinente que ponía furiosa a doña Lupe.

Maxi se ponía tan nervioso, que a veces tenía que salirse de la cama y del cuarto. Lo que más le incomodaba era que a la mañana siguiente el cura sostenía que no había dormido nada. Indicó a doña Lupe que le librara de este martirio poniendo a Nicolás en otra habitación. ¿Pero dónde, si no había más aposentos en la casa?

Palabra del Dia

bagani

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