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Actualizado: 8 de junio de 2025


Indias pescadoras que venían de Chorrillos, hierbateros de Surco, yanaconas de Miraflores, cimarrones de San Juan y peones de las haciendas, traficaban a esa hora a pequeña distancia del estanque. No había forma de que un hombre pudiera matarse en paz. ¡Pues sería andrómina que, a lo mejor de la función, me descolgase un transeúnte inoportuno!

Luego la miró con severidad, añadiendo lentamente: Al salir el sol, dos hombres van á matarse. Esto es un horrible disparate que me quita el sueño, y he venido á decirle: «Elena, evite usted tal desgraciaConvencida ya de que no se trataba de Watson, respondió con mal humor: ¿Qué quiere usted que haga? Pueden batirse, si es su gusto... Para eso nacieron hombres.

Al subir la escalera de aquella casa, iba a parecerle que subía los peldaños del cadalso... ¿Qué hacer, Pablo, si no? ¿qué hacer? Pero don Pablo no cedía, ceñudo e iracundo. ¡Iba a matarse, decía el niño que iba a matarse; después de asesinar a su padre, bien podía hacerlo, en desagravio! ¡y asesinado de qué manera! a traición, con alevosía.

El amigo Gómez murmuró, como si empezase a perder la fe en el maestro: ¡Cuánta ceremonia para matarse dos hombres!... ¡Qué macana!... Isidro estaba conmovido realmente, con una emoción algo parecida al miedo. Estos desafíos arreglados a la ligera, por salir del paso, resultaban muchas veces los más trágicos. Un pavoroso presentimiento le avisaba que los proyectiles no iban a perderse.

No obstante todos sus razonamientos contrarios, debía ver que el suicidio es un mal, y que la ley moral ordena soportar pacientemente la vida hasta el último día; pero este mandamiento podía valer para quien había obedecido a todos los otros; ella, que había infringido ya uno mucho más grave, debía sentirse desligada de esta obligación, y además, cuando pensaba en matarse, quería imponerse un castigo.

Todas las razones incurables aducidas por él contra la hipótesis del suicidio estaban grabadas en su mente. ¿Era creíble que la Condesa se hubiera matado sin dejarle su último adiós? Dada su fe en Dios, ¿podía matarse?

Debía de estarse combatiendo allí encarnizadamente. No hay duda... es un combate dijo el Capitán . Alguien ha caído sobre los piratas por la espalda: quizás hayan sido los arfakis o los alfuras. ¿Y los vencedores vendrán luego a atacarnos a nosotros? preguntó Cornelio . Las llamas de esa choza puede atraerlos, tío. Tienes razón; alejémonos de aquí cuanto antes, y dejémosles matarse a su gusto.

La vida de los prisioneros resultaba sagrada, los pueblos debían ser respetados, existía todo un cuerpo de leyes internacionales para reglamentar cómo deben matarse los hombres y combatirse las naciones, causándose el menor daño posible... Pero ahora acababa de ver la realidad de la guerra. ¡Lo mismo que miles de años antes!

Después que recobró el conocimiento dijo los motivos que había tenido para arrojarse al estanque. Debía tres duros al joven que le perseguía; no podía pagárselos, y aquél, enfurecido, salió de la tienda para pegarle. En parte por miedo y en parte por desesperación había querido matarse. El hortera, a quien los guardas del Retiro habían detenido, no negó lo que su deudor decía.

La carne herida, destrozada por el choque, la sangre que manchaba las aceras y los pavimentos de los cafés, le causaban inmensa tristeza, haciéndole pensar con lástima en la eterna infancia de los hombres: ¡Matarse, herirse por un pedazo de madera groseramente tallada, que estaba allá en lo alto, entre luces y flores, mientras existían en el mundo terribles enemigos, como el hambre y la injusticia, que reclamaban para desaparecer el esfuerzo común y fraternal de todos los humanos!

Palabra del Dia

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