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Actualizado: 8 de mayo de 2025
23 Y los hijos de Amón y Moab se levantaron contra los del monte de Seir, para matarlos y destruirlos; y cuando hubieron acabado a los del monte de Seir, cada cual ayudó a su compañero a matarse. 26 Y al cuarto día se juntaron en el valle de Beraca ([de la bendición]); porque allí bendijeron al SE
El amor tiene que recibir satisfacción. En la plena felicidad muere, pero después de haber vivido. Conservarle la vida de miedo de que muera, es como matarse porque se tiene que morir. Pero la vida del amor depende de una condición: la observancia de las leyes. Piense usted en su difunta hermana. ¿Qué habría deseado usted para ella, si hubiera vivido? Que hubiera amado a un hombre que la amara.
Aquél es un gran país, más pequeño que la Argentina, pero rico, muy rico. ¡Lástima que sea la tierra de las revoluciones!... El uruguayo es bueno, caballeresco, aficionado a las cosas de pensamiento, pero demasiado valiente, demasiado guapo, convencido de que falta a su deber cuando se mantiene unos cuantos años sin salir al campo a matarse.
Lo mismo en casa de Anguita que cuando nos tropezábamos en la calle, charlábamos como buenos y antiguos amigos; tanto, que una vez, que confidencialmente reíamos en un rincón, exclamó Pepita, al cruzar por nuestro lado: ¡Tiene grasia! Hase poco querían ustedes matarse, y ahora... Y ahora noz estamo dando la lengua, ¿verdá, prenda? replicó Daniel con su inveterado cinismo.
Este trabajo divirtió más al público que el anterior, á causa de la destreza de los trepadores y del peligro que arrostraban. Podían matarse si perdían pie á tan enorme altura. Un gran personaje distrajo momentáneamente la atención de los curiosos.
O no había sido santa y hermosa aquella primera pasión, y entonces lo más poético de la vida de ambos se desvanecía; o si la pasión había sido santa y hermosa, ellos habían sido sacrílegos e infames, profanándola y hollándola. Mutileder desistió ya de matar a Echeloría y de matarse; pero aquel dolor oculto iba a matar a los dos.
Estaba muy suspenso qué haria, Y cien veces matarse allí ha querido. En esto oyó sonar gran gritería: Dejando al uno y otro allí tendido, A la grita acudió con grande priesa, Y sale de la selva verde espesa.
Estamos a fin de mes y hay que pagar en seguida. ¡Oh, ese hombre! ¡Ese pillo! ¡Da lástima ver tanto desesperado, tantos padres de familia dispuestos a matarse o a matar a ese granuja si le pillan! El muy ladrón debió saber antes que nadie lo de la baja, y... ¡échale un galgo! ¡Dios sabe dónde estará ahora!
El amor, sólo el amor empujaba a los hombres a matarse. Los rústicos caballeros eran apasionados en sus predilecciones y fatales en sus celos, como héroes de novela. Por una atlota de ojos negros y manos morenas se buscaban y se provocaban en la obscuridad de la noche con relinchos de desafío; se aucaban de lejos antes de venir a las manos.
Pero hay momentos en que temo que la culpa sea mía. ¿Qué habría hecho otra en mi lugar? La culpa la tiene ciertamente mi ignorancia, mi inexperiencia... »¿No quería o no podía hablar? Sin duda no quería ni podía. Una sola vez le pregunté: ¿Pero cómo? ¿Cómo ha sido?... Todavía lo oigo contestarme, desviando la mirada: «Otro día...» «En su opinión, el matarse no era un mal imperdonable.
Palabra del Dia
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