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Actualizado: 8 de mayo de 2025
»Sí... un crimen que lleva consigo la condenación eterna. No le maldiga usted, señora; no le abrume con su cólera... ¡Hoy mismo quiere matarse! »Yo lancé un grito agudo, y sentí que un frío mortal se apoderaba de mí. »¡Matarse! exclamé; ¿y por qué?
Yo no sé si don Jorge había ocultado su baraja con el aguardiente como objeto prohibido a la comunidad, lo cierto os que, valiéndome de las propias palabras de la madre Shipton, «no habló una sola vez de cartas» durante aquella noche. Menos mal que pudo matarse el tiempo con un acordeón que Tomás sacó con aparato de su equipaje.
Su desesperación primeramente y luego su abatimiento le inspiraban miedo. Había intentado matarse. ¡Pobre mujer!... Al fin se serenó, viendo la verdadera luz, reconociendo su camino. Estoy satisfecha de haberlo logrado con mis palabras.
Mi amigo Fogatier me cederá, tal vez, vuestro auvernés; pero el pobre está muy enfermo, y, para colmo de desgracia, se halla tan aburrido de la vida, que quiere a todo trance morirse. Rechaza las medicinas, y, en cuanto a los alimentos, tan pronto se queja de no tener suficiente, y reclama a grandes voces su ración entera, como rechaza cuanto le dan, y trata de matarse por hambre.
¡Nuestra pobre amiga! exclamó otra vez la Baronesa, tendiéndole la diestra, cual si quisiera confortarle, infundirle valor. ¡Quién lo habría dicho!... ¿No parece un sueño?... ¡Pobre, pobre amiga!... Matarse así... Pero el joven se repuso, y avanzando un paso más dijo con fuerte voz: No. Un movimiento de inquietud y estupor pasó por entre los presentes.
¡Ah, no, no! bastantes aventureros tiene España que vayan á matarse en la guerra, en Flandes, en Italia y en Francia; don Juan es valiente... don Juan es capitán de la guardia española junto al rey, y no saldrá de Madrid, no saldrá de la corte; vos sois camarera mayor de la reina y yo dama de honor; los tres unidos, viviremos muy felices, y luego... lo dominaremos todo... ganará la reina y perderá Lerma.
El vino hacía brillar sus ojos con fuego homicida, y acabaron por dirigirse a la casa de los lagares en busca de las podaderas, cortos y pesados machetes que mataban de un golpe. El señorito les cerró el paso. ¿Qué era aquello de matarse por bailar con una muchacha, cuando tantos estaban esperando pareja? A callar, y a divertirse. Y les obligó a darse la mano, a beber juntos en la misma copa.
El borracho, avejentado prematuramente, era un barón de Berlín, antiguo capitán de la Guardia imperial, que había perdido al juegos sumas importantes confiadas por sus superiores. En vez de matarse, como lo exigía su familia, se vino á América, rodando hasta lo más bajo. Empezó siendo general en el Nuevo Mundo, y acabó de peón ebrio y mal trabajador.
Mientras le seguía, el animoso doctor contó a Catalina cómo había sabido la noticia de la sublevación general, la desolación de su ama de llaves, la anciana María, que no quería dejarle ir a matarse con los kaiserlicks; en fin, los diferentes episodios de su viaje desde Quibolo hasta la aldea de Charmes.
Pues lo mismo le pasa a don Rudesindo, mi queridín. Y entonces, vamos a ver, ¿quién tiene ganas de matarse aquí? ¡A ver, que me lo digan! Y paseó la mirada en torno, buscando contestación. Peña, Maza y Delaunay estaban lejos y ocultos por algunos cipreses. Don Rudesindo yacía arrimado también a la tapia, a unos cincuenta pasos de distancia.
Palabra del Dia
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