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Actualizado: 8 de noviembre de 2025


Se miraron en los ojos, con más sorpresa que odio, al mismo tiempo que buscaban matarse por instinto, procurando cada uno ganar al otro en velocidad. El capitán había soltado la carta del país que llevaba en las manos. Su diestra buscó el revólver, forcejeando por sacarlo de la funda, sin apartar un instante su mirada del enemigo.

El día llegó y los tristes presentimientos, los terrores de las sombras se disiparon en parte. La luz le trajo esperanzas. Mas, las noticias de la tarde fueron terribles; se habló de afusilados y la noche para la joven fué espantosa. En su desesperacion decidió entregarse tan pronto como brillase el día y matarse despues: ¡todo, menos pasar semejantes torturas!

El marino quiso expresar el asombro que le producían las diversas mutaciones de esta existencia andante y misteriosa que cada vez mostraba una nueva faceta; pero se contuvo, para oír mejor los crueles consejos de la voz maligna que hablaba en su pensamiento... El no pretendía matarse por ella... Muy al contrario: su agresividad silenciosa la examinaba como una víctima próxima.

Si eso la dolió y la impulsó a matarse, tal resultado es ciertamente desagradable; pero ni a ni a usted se nos puede hacer responsable de él. En circunstancias parecidas haríamos otra vez lo mismo, y cualquiera en nuestro lugar lo haría. Dejemos aparte dijo Ferpierre, el juicio sobre la supuesta conducta de ustedes. Antes de juzgarla importa cerciorarse de ella.

¿Entonces no es la enfermedad lo único que la ha impulsado a matarse? No es lo único repitió como un eco el Príncipe Alejo.

El juez le interrumpió, clavando otra vez en su rostro una mirada escrutadora: Esta mujer ha dicho lo contrario: ha declarado que su patrona ha intentado otras veces matarse; que esta mañana la alejó deliberadamente y que hoy no ha hecho más que poner en práctica un propósito antiguo y firme. ¿Usted cree eso? exclamó el joven desconcertado ¿usted ha dicho eso? La mujer no contestó.

Que el sentimiento del más allá hubiera debido impedir matarse a aquella mujer, era cosa que Ferpierre creía hasta cierto punto; pero que un sentimiento más humano, enteramente humano, hubiera podido disuadirla de su funesto propósito, no le parecía improbable.

Juanita se mofaría de él, y don Paco se estremecía al pensar sólo en la posibilidad de semejante vilipendio. Era, sin embargo, muy duro matarse sin gana y sólo para que la gente tome a uno en serio, le compadezca y no le embrome.

Que llevarle desesperado a prenderse de un tronco, echarse de él y matarse; cuanto va del alma al cuerpo y cuanto es más absoluto el dominio del albedrío humano sobre las potencias del alma, que sobre las operaciones del cuerpo.

Todos los hombres me han dicho lo mismo añadió ; todos prometen matarse si no se les ama... y en la mayor parte de ellos no es mas que una frase de retórica pasional.

Palabra del Dia

vengado

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