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Actualizado: 8 de junio de 2025
La voz sonó un poco burlona. ¡Matarse! Y concluiría seguramente; sería lo que cualquiera de esos vecinos míos... Se pudriría en tres horas, usted y sus deseos. Es cierto; pensó el sepulturero acabarían conmigo. Pero el otro no se había rendido.
Entonces salí desesperado, y pensando con rabiosa amargura que aquel imbécil, al matarse, nos había muerto también a nosotros dos. Aquí termina mi novela. Ahora, ¿quiere verla? ¡María! se dirigió a una joven que pasaba del brazo. Es hora ya; son las tres. ¿Ya? ¿las tres? se volvió ella. No hubiera creído. Bueno, vamos. Un momentito.
Y hasta las últimas palabras de la Condesa, aquella invocación a la muerte liberatriz, aquella incitación tenaz a la rival amenazante eran la natural solución del contraste entre su capacidad de matarse y la necesidad real de morir, que realmente la oprimía. ¿No tenía razón la reo? ¿Aquel asesinato de que la justicia tenía, sin embargo, que pedirle cuentas, no se confundía así con el suicidio libertador?
Pero para creer eso, para sostener que la Condesa no ha querido matarse aun después de su última explicación con usted, ante la visión del mal inevitable, tiene usted que admitir que su amiga, que esa mujer, cuya grandeza de alma decanta usted y en que yo realmente creo por estas confesiones, por las declaraciones de las gentes que la conocieron, tiene usted que admitir, digo, que en vez de resistir hasta el último, fuera también capaz, como las otras, de esas cómodas transacciones de que somos testigos cotidianos.
En un solo día llegaban á matarse ¡quince ó veinte ballenas y mil quinientos elefantes marinos! Es decir, que se mataba por el placer de matar; pues ¿de qué aprovecharían todos esos despojos de coloso, uno solo de los cuales da tanta cantidad de aceite y de sangre? ¿Qué se intentaba con diluvio tan sangriento? ¿Enrojecer la tierra? ¿Ensuciar el mar?
Esto o algo parecido la diré, y estoy segura que ha de atenderme, porque Gregoria no es mala y si se ha mostrado tan dura para nosotros, es porque el marido la domina completamente... Comprendo que, después de veinte años de interrupción de relaciones, es humillante, es humillante ir a solicitar un favor de este género, pero... ¡hay que salvar la vida de Quilito! ¿sabes? me ha dicho que va a matarse, y si él muere, ¿qué será de nosotros que no tenemos más luz y más alegría que Quilito?
El remedio ... ES MATARSE. Matándose, se habilita el banquero, el hombre muere honrado, y el padre lega esta honradez á su familia. ¿No es bastante? ¿Debe el pobre viejo dudar? ¿No dice bien el hijo? ¿No tiene razon Alejandro Dumas?
Allí, según noticias, se trabaja mucho, ¡mucho!... Usted no tiene costumbre de matarse así, de sol a sol, como un gañán. Aquí está usted mejor; tiene usted tiempo libre para todo.... ¡Hasta para hacer versos! ¡Bien! ¡Bien! ¿Y cuándo se va usted? Dentro de quince días. ¡Eso sí está malo, malísimo! ¡Bien! Se irá usted cuando guste. Hoy mismo llamaré al sustituto. ¡Queda usted libre desde hoy!
Ella se levantó de un salto y se echó para atrás: ¡No me toque usted! Yo sentí que mi inmenso amor chocaba contra un odio implacable. ¡Bueno! ¿La causo horror? la dije. ¡Y lo ama usted a él! Y aun cuando en realidad quisiera usted matarse, no lo haría, porque teme el juicio de su Dios. Yo quiero librarla a usted de esa pena!...
Entonces, no sólo pensó en que iba a perder en la estima de usted, sino que temió también ser causa de otros males al empujar a dos hombres a odiarse, probablemente a matarse. Ferpierre había hablado con mayor dureza aún, cual si el hombre que se hallaba en su presencia fuera el acusado, no el acusador.
Palabra del Dia
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