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Actualizado: 17 de junio de 2025


La Regenta cayendo, cayendo era feliz; sentía el mareo de la caída en las entrañas, pero si algunos días al despertar en vez de pensamientos alegres encontraba, entre un poco de bilis, ideas tristes, algo como un remordimiento, pronto se curaba con la nueva metafísica naturalista que ella, sin darse cuenta de ello, había creado a última hora para satisfacer su afán invencible de llevar siempre a la abstracción, a las generalidades, los sucesos de su vida.

Le acometió, de pronto, un mareo y cayó de la silla, presa de un ataque de epilepsia; revolcábase en el suelo, echando espumarajos, dando alaridos, braceando y pataleando. Rodeáronle y quisieron llevársele, pero no fué posible, y hubo que esperar a que la terrible crisis pasara; más calmado, derramó abundantes lágrimas.

Los viajeros, divididos en grupos sobre el puente del vapor, contentos y comunicativos, como todo el mundo en un vapor cuando no se sufre el mareo, jugaban ajedrez ó dominó, contaban anécdotas de viajes, ó hablaban con interés de los sucesos de Italia donde la guerra había comenzado.

Sintió algo semejante á un principio de mareo al ver que todo permanecía allí donde él lo dejaba, sin permitirse el menor vaivén, la más leve fantasía dinámica. Por las mañanas, al entreabrir sus ojos, experimentaba la dulce sensación de la libertad irresponsable. Nada le importaba la suerte de aquella casa.

Su muerte remedó el dulce acceso de embriaguez que le transportaba, mediante una breve toma, desde las miserias de la realidad a las delicias de una vida apócrifa, compuesta con extraños fingimientos de juventud, pasión y energía. ¿Entraba al fin en un mareo eterno? ¿Iba ya derechamente a ser el noble, enamorado y valiente caballero, defensor y amparo de la hurí en las edades sin término y en los espacios sin medida?

Entonces se creyó que era mareo y le mandaron meter los dedos en la boca; pero el fiscal municipal, harto bien al corriente de la tragedia que en aquel momento se representaba en su estómago, no quiso hacerlo y suplicó humildemente que si era posible diesen la vuelta y lo dejasen en tierra.

Y más allá de las incalculables distancias, el espacio, siempre el espacio por todos lados, con nuevos torbellinos de mundos, sin límite ni barrera. Gabriel hablaba en medio de un silencio solemne. Los oyentes cerraban los ojos, como si les atolondrase tanta grandeza y sintieran el mareo de las alturas. Seguían con la imaginación las descripciones de Gabriel.

Con la confianza que da el vivir bajo un mismo techo, y la que presta todo viajero, me acerqué á la mestiza, sirviéndome de introductor su pasado mareo. Hablamos de varias cosas, indiferentes al principio, acentuadas después, é intencionadas más tarde. Enriqueta tenía suelto su rizado y hermoso pelo, este arrancó de mis labios la primera palabra del arriesgado lenguaje de las personalidades.

Por dicha, cesó pronto en el cerebro de Fray Miguel, aquel a modo de mareo. Y, terminada también la serie de conjuros ininteligibles, oyó que el Padre Ambrosio le decía: No es todo alucinación mental lo que acabas de experimentar ahora. En gran parte, es efecto de las palabras mágicas que he pronunciado. Nada sin embargo más natural. No receles artes ni prestigios diabólicos.

Y a un soldado que yacía como muerto, por el dolor de sus heridas y la angustia del mareo, le dijo aplicándole el botafuego a la nariz: «Huele una hojita de azahar, camarada, para que se te pase el desmayo. ¿Quieres dar un paseo en bote? Anda: Nelson nos convida a echar unas cañas». Esto pasaba en el combés. Alcé la vista al alcázar de popa, y vi que el general Cisneros había caído.

Palabra del Dia

rigoleto

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