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Actualizado: 13 de mayo de 2025


El disgusto de uno mismo, la hostilidad del ambiente, la imposibilidad de formarse otro a gusto de uno, todo caía sobre con una pesadumbre de plomo. En alguna ocasión que Dolorcitas vió en la decisión firme de marcharme y no volver por su casa, se sintió de nuevo cariñosa conmigo.

En el modo de dejar guantes, bastón y sombrero, cada cosa por su lado; en la manera de sentarse, en la confianza y familiaridad de su lenguaje, en todo parecía, no un amigo, sino el amo de la casa. Para colmo de atrevimiento se convidó a comer, diciendo con el mayor desparpajo: Aquí me quedo... Solitos... Lo único que siento es tener que marcharme luego.

Algunas tardes, cuando en el reloj del estudio daban las siete, ella había dicho tristemente, entre los desperezos de su cansancio amoroso: Marcharme... Marcharme cuando ésta es mi verdadera casa... ¡Ay, por qué no somos casados!... Y él, que sentía florecer en su alma todo un jardín de virtudes burguesas ignoradas hasta entonces, repetía convencido: Es verdad, ¡por qué no somos casados!

Todo lo zanjaba de golpe y porrazo; para él no había dificultades. Tan pronto me proponía facilitarme medios para marcharme con Gloria al extranjero, como hacer prender a don Oscar por conspirador carlista o pagar a unos gañanes para que le rompiesen la cabeza, etc. Sus proyectos eran siempre expeditivos y penables por el Código.

Aunque sólo hubiera escrito esta frase: «Estoy vivo», la advertencia no hubiera sido más clara. Resolví marcharme de Nièvres al otro día, absolutamente como había resuelto ir, sin más reflexión ni más cálculo. A media noche aun había luz en el cuarto de Magdalena.

El llanto se iba convirtiendo en ataque de nervios. D. Juan ordenó al cochero partir a escape a casa. Mas antes de llegar a ella, la joven cesó de llorar y, levantando la cabeza con resolución, exclamó: ¡Papá, quiero marcharme a Lancia! Bien, hija; nos iremos mañana. No, no; quiero que nos vayamos ahora mismo. Considera que no falta más que una hora para salir el tren. Sobra tiempo.

Casilda, que está adentro, en la cocina, os dará razón, señor Montiño. Yo no puedo marcharme de aquí. Como veis, estoy dando limosna por su alma. Dejad pasar á ese hidalgo, señor Casimiro Trompeta; es de la casa dijo Pedro al alguacil que aún tenía asido á Montiño.

Espero que usted me lo guardará con cuidado... Ya ve usted, hay cosas... Sabrá usted cómo he escrito a Isabel, poco antes de marcharme a Sanlúcar, haciéndole una declaración en regla y pidiéndole que me desengañase de una vez... Ya lo repuse brutalmente. Estupefacción de Villa. ¿Lo sabe usted?

¿Otra vez? : insisto en creer que no hay para ti más esperanza que yo. El marcharme ahora no quiere decir que te abandone, no. Me voy para ocuparme de ustedes; yo me enteraré de lo que vale ese muchacho. Si no es digno de ti.... En este momento una voz apagada, trémula y conmovida pronunció distintamente en el corredor la palabra "Clara".

Durante algún tiempo me sostuve como pude un el pueblo; pero ya, últimamente, lo pasaba tan mal, y me daba tal vergüenza deber algunas mensualidades en la posada, que decidí marcharme y buscar en cualquier parte una colocación honrosa. D. Oscar escuchó con atención mi relato.

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