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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Cuando me casé con ella la finca en que vivís estaba hipotecada. Yo la he desempeñado con mi dinero y al marcharme se la he dejado sin reclamar un centavo. Ya os he hecho, pues, bastante regalo. Pero oye, Fabriciano, ¿la finca no ha producido nada en los diez años que el padre la ha explotado? ¿Que si ha producido, compadre? ¡Una mina de oro! ¡El oro en pepitas, niño!
Puede estar seguro de que no me ocuparé en delatarle. ¿Qué daño puede hacer usted? ¿Yo?... Daño.... respondió el fanático con una mueca feroz, que en él equivalía á la sonrisa. Poco será el que usted haga y por poco tiempo. Eso se lo juro á usted. Con que voy á hacerle el favor de marcharme. Adiós.
Vi a tu abuela, a tu madre, a tu tía Úrsula, y, al marcharme, me dijeron: Espere usted, que también la Shele está mala. Entró la muchachita, muy pálida y muy triste, y saludó, sin levantar los ojos del suelo. Vamos, acércate le dijo tu abuela. Pude notar que la Shele sufría y que las comisuras de sus labios temblaban, como por un sufrimiento contenido.
En efecto, todo cuanto tenía estaba en manos de los usureros. Mi madre había ya pagado por mí sumas importantes. Mis amigos, cansados de prestarme dinero que nunca les devolvía, empezaban á huir de mí. Había llegado á un momento en que no tenía más que dos partidos que tomar: matarme ó marcharme al extranjero.
Intento entonces marcharme más que a paso y llevarme a la señorita; pero, que si quieres; ya se había echado a correr sin volver la cabeza y estaba en la perrera, porque no merece otro nombre el agujero en que vive esa mujer con sus crías.
El militar se dirigió rápidamente hacia él, y disimulando su turbación, le dijo: "Caballero, no he querido marcharme hasta estar seguro de su mejoría. Aquí le contaba á esta niña el caso, y le hacía una relación de la imprudencia de aquellos hombres. Ya le veo á usted tranquilo y fuerte, y me retiro, diciéndole que puede disponer de mí para cuanto yo pueda serle útil.
Adiós, me marcho... Por fortuna, tengo tiempo de aquí a diciembre para preparar mi curso del Colegio de Francia. Máximo de Cosmes a su hermano. 30 de junio. Continuación de mi aventura. Estoy hace tres días en Quimper y no sé todavía cuándo podré marcharme. He atravesado la Bretaña de un tirón y me gusta su aspecto áspero y recogido. Algún día volveré para conocerla más íntimamente.
Ya no le tuteaba. Transcurrieron varios días sin que el torero se atreviese en sus visitas a recordar el pasado. Limitábase a contemplarla en silencio con sus ojos africanos, adorantes y lacrimosos. Me aburro... Voy a marcharme cualquier día exclamaba la dama en todas las entrevistas.
A veces se me ocurría la idea de marcharme al barco y encerrarme allí; pero me parecía vergonzoso. Por la mañana, después de una noche de insomnio, me decidí a seguir la aventura. Estaba convencido de que en el fondo no tenía cariño por Dolores; de que, probablemente, ella tampoco me quería; que obraba por vengarse; pero no importaba; había que ir hasta el fin. Al día siguiente nos vimos.
La suplicante se había arrastrado aún de rodillas hasta su lado. Ya me hago cargo de que se necesita tiempo para pensarlo. Aguardaré aquí toda la noche; pero no puedo marcharme sin que haya usted resuelto. No me lo niegue ahora. ¿Se lo llevará? lo veo en su hermosa cara, cara semejante a la que he visto algunas noches, soñando. Lo veo en sus ojos, doña María. Va a llevarse a mi hijo.
Palabra del Dia
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