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Actualizado: 23 de junio de 2025


Había visto días, los menos, eso , en que brillaba echando chispas el sol del alma, seguidos de otros en que se apagaba casi por completo; pero nunca vio una tan inalterable y mansa corriente de días tibios, iguales, de penumbra dulce y reparadora. Llevábase muy bien con doña Lupe, y con su marido le pasaba lo más extraño que imaginar pudiera.

Aquella mañana pasó por dos veces junto a Rafael, seguida de una vieja sirvienta, con toda la gravedad de una huérfana que tiene que ocuparse del gobierno de su casa y hacer las veces de señora mayor. Apenas si le miró. La mansa sonrisa de futura sierva con que le saludaba otras veces había desaparecido. Estaba pálida y apretaba los labios descoloridos.

Si fuese poeta, mi armónica lira Podria al amparo del ténue cendal, Y al son de la brisa que mansa suspira Le diera inspirado su acorde final. Si fuese viajero deseara una palma Que sombra tranquila me diese á su pié, Como esa que el velo, con plácida calma, Derrama en la frente que el ojo entrevé.

Algo había, ; o por lo menos apariencia de haberlo. Rafael, cansado de vagar por la casa fatigado de los libros ante los cuales pasaba horas enteras volviendo hojas, sin darse cuenta de lo que decían, refugiábase en el salón donde cosía su madre, vigilando un complicado bordado de la hija de don Matías. Rafael gustaba de la mansa sencillez de aquella muchacha.

El singular testamento de don Manuel de la Torre fué un jirón de locura mansa que, desgarrado del noble corazón del solariego, quedó flotando sobre la cabeza inocente de su hija, como nube de un drama silencioso.

Comparaba ella la situación a la aventura de flotar sobre mansa corriente perezosa, sombría, a la hora de la siesta; el agua va al abismo, el cuerpo flota... pero hay la seguridad de salir de la corriente cuando el peligro se acerque; basta con un esfuerzo, dos golpes de los brazos y se está fuera, en la orilla.... Ya sabía Ana en sus adentros que aquello no estaba bien, por que ella no podía responder de la prudencia de don Álvaro. «Pero, ¿no estaba segura de misma? ¡pues entonces! ¿por qué no dejarle venir a casa, contemplarla, mostrar los cuidados de una madre, la fidelidad de un perro?». «Además, quien mandaba en casa era su marido, no era ella. ¿Buscaba ella a Mesía?

Doña Eulalia quedará libre entonces de toda molestia, y aunque siempre recatada, honestísima y decorosa, depondrá sus desdenes, dejará de ser huraña y se hará para todo el mundo conversable y mansa.

Por el mismo rumbo, á las treinta leguas, se halla un rio muy grande y manso, que sale á un valle muy espacioso y alegre, en que habitan los indios Césares. Son muy corpulentos, y estos son los verdaderos Césares. Es gente mansa y pacífica; usa flechas, ó arpones grandes, y hondas, que disparan con mucha violencia: hay en su tierra muchedumbre de guanacos que cazan para comer.

Pasó como un sueño, costosa manía de grandezas, la gloria militar de Carlos I: tras los males engendrados por la ambición y el despotismo, vinieron la estéril crueldad de Felipe II por conservar lo adquirido, la devoción relativamente mansa con que Felipe III imaginaba merecer del cielo lo que no sabía procurar en la tierra, y subió por fin al trono aquel Felipe IV a quien sus cortesanos llamaban Filipo el Grande, pero de quien nadie se acordaría hoy si no le hubiese retratado Velázquez.

Cuando había grandes lluvias, la vereda se hacía intransitable: era lo que llaman en Andalucía un camino real de perdices. Poseía el padre Jacinto una borrica modelo por lo grande, mansa y segura. En esta borrica iba y venía siempre, como un patriarca, desde Villabermeja á la ciudad y desde la ciudad á Villabermeja. Un robusto lego le acompañaba á pie.

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