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Actualizado: 23 de junio de 2025


Pintóse en el rostro del marqués la sorpresa, y casi al mismo tiempo la alegría inmensa, radiante, el júbilo orgulloso, la exaltación de una victoria. Y apretando contra a su mujer, con amorosa protección, exclamó a gritos: O no hay en tres leguas a la redonda una pollina mansa, o aunque la tenga el mismo Dios del cielo y no la quiera prestar, aquí vendrá para ti, a fe de Pedro Moscoso.

He cambiado las llaves del cariño por las llaves del cofre del dolor, y voy, o como un viejo o como un niño, muerto para las glorias del amor. Quede en tus manos, pues, la mariposa, quede en tus manos la divina rosa, el agua mansa y la celeste luz, y déjame en limosna la tristeza, las espinas que ciñen mi cabeza, y, más que todo, mi sangrienta cruz.

Estos indios Césares es gente mansa y apacible: las armas que usan son flechas grandes, ó arpones, con que se guarecen y matan la caza, que son los guanacos que hay abundantes en aquellas tierras.

Este trabajo previo del dibujo ocupó al artista como media semana, y quedó tan satisfecho de él, que hubo de otorgarse a mismo, en el silencio de la falsa modestia, ardientes plácemes. «Está todo tan propio decía la Pipaón con entusiasmo inteligente , que parece se está viendo el agua mansa y los rayos de la luna haciendo en ella como unas cosquillas de luz...».

11 El agua mansa, de D. Pedro Calderón. 12 El marqués de las Navas, del Dr. Mira de Mescua. 1 Las manos blancas no ofenden, de D. Pedro Calderón. 2 El mejor amigo el muerto, de tres ingenios. 3 Las amazonas. 4 Vida y muerte de San Lázaro, del Dr. Mira de Mescua. 5 El escondido y la tapada, de D. Pedro Calderón. 6 La victoria del amor, de D. Manuel Morchón.

Según doña Rebeca y su hija, los jóvenes favorecidos por el hidalgo podían considerarse unos ladrones, los secuestradores de la débil voluntad de un loco, cuyo testamento constituía un «atentado contra los sagrados derechos de la familia, una estafa perpetrada por aquel santurrón hipócrita y aquella gatita mansa....»

Al fin era un joven guapo y de buena casa. En su cinismo de viejo acostumbrado a las fáciles conquistas del arrabal, guiñaba sus ojos maliciosamente, creyendo que Rafael había conseguido un triunfo completo en la casa azul. Sólo así podía explicarse su asiduidad en las visitas, la mansa rebeldía a la autoridad maternal.

Yo, sin embargo, en mi mula mansa y al lado de la tía Casilda, no me aburrí ni entristecí a la vuelta como a la ida. Durante todo el viaje a la tía sin cansancio referir sus historias, y por momentos me distraje en vagas imaginaciones. Nada de lo que en mi alma pasa debe ser un misterio para Vd.

No eres lerda, hija mía contestó éste. Nada se te escapa. En efecto, deseaba hablarte á solas. Y lo deseaba tanto, que dejo para después de tu comida, que acepto gustoso, dejo para sobremesa la aparición de un objeto que traigo de presente á nuestra Clarita, y que le va á encantar. Figúrate que es una lindísima corza, tan mansa y doméstica, que come en la mano y sigue como un perro.

Al fin cesaron y el templo quedó en un silencio frágil y artificioso, a menudo roto por algún constipado rebelde o por el trompeteo de una nariz al sonarse. El orador era joven, alto y delgado, con grandes ojos negros enclavados en un rostro pálido y correcto. Vestía también sotana con sobrepelliz y bonete. Infundía respeto por su gravedad dulce y mansa.

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