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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Aquel día, mil veces desgraciado, me habló en tono ceremonioso, ordenándome con gravedad y hasta con displicencia las faenas que menos me gustaban; y ella, que tantas veces fue cómplice y encubridora de mi holgazanería, me reprendía entonces por perezoso. ¡Y a todas éstas, ni una sonrisa, ni un salto, ni una monada, ni una veloz carrera, ni un poco de olé, ni esconderse de para que la buscara, ni fingirse enfadada para reírse después, ni una disputilla, ni siquiera un pescozón con su blanda manecita!

Camila Liénard le recibió con amable sonrisa y le tendió su morena manecita, cuya fina epidermis habían ligeramente rasgado las espinas de los rosales; y dijo la viuda: Estoy encantada de su visita y le pido solamente permiso para acabar este ramo... No tardaré mucho, pero es faena que no puedo aplazar... He visto que necesitaban ser cambiadas las flores que tengo en los jarrones del salón... Hay dos cosas que no puedo sufrir: las cintas descoloridas y las flores mustias.

Adiós... adiós...; mira, las leyes de la naturaleza son las que te hacen caer, desprenderte de mi seno.... Adiós, hija mía, manecita mía; adiós... adiós.... Hasta la eternidad». Y la figurilla, que por lo visto era de cera, se desvanecía, se derretía en aquella bruma caliginosa, que envolvía a la criaturita y a ella también, a Emma, y la sofocaba, la asfixiaba.... Abrió los párpados con sobresalto, y vio a Bonis que, con la mirada de Agnus Dei, como ella decía, enternecida, clavaba sus ojos claros en el vientre en que iba su esperanza.

Rafael fue a levantarse también, pero le contuvo otra vez la nerviosa manecita. aquí ordenó la hija del marqués, a hacerme compañía. Deja que se divierta esa gentuza... ¡Pero no me huyas, mala sombra!: parece que te doy miedo. El aperador, al verse libre de la opresión de los vecinos, había hecho retroceder su silla.

Y en el acto se lo dio en sus secas y arrugadas mejillas. A no se me seduce con besitos, niñas repuso el viejo vacilando entre el rigor y la tolerancia . Cada una a su puesto, a leer, a coser. Asuncioncita de todos los demonios, ¿qué descaro es ese? Calle usted, so bruto dijo Asunción con muchísima sal. Si es un animal añadió Presentación dándole un sopapo con su suave manecita.

¿Y qué más quiere que haga, rey? dijo Meñique, parándose en las puntas de los pies, con la manecita en la cadera, y mirando a la princesa cara a cara. Mañana se te dirá, marqués Meñique le dijo el rey; vete ahora a dormir a la mejor cama de mi palacio. Pero Meñique, en cuanto se fue el rey, salió a buscar a sus hermanos, que parecían dos perros ratoneros, con las orejas cortadas.

Pero ¿qué era...? ¿Tal vez que un amigo se había comprometido por sacarla del difícil paso y ella había puesto su malhadada firma...? ¡La muy tonta!, ¿por qué no se cortó la mano antes...? Es verdad que si se hubiera cortado la manecita, no habría tenido cena en la mil veces malhadada noche del 14.

Una zorra, á la que sobresaltó el ruido ligero de los pasos de la niña sobre las hojas, miró con curiosidad á Perla como dudando qué sería mejor, si alejarse de allí, ó continuar su siesta como antes. Se dice que un lobo, pero aquí ya la historia ha degenerado en lo improbable, se acercó á Perla, olfateó el vestido de la niña é inclinó la feroz cabeza para que se la acariciara con su manecita.

La aurora, que sólo tenía apoyado uno de sus rosados dedos en aquel rincón del orbe, se atrevió a alargar toda la manecita, y un resplandor alegre, puro, bañó las rocas pizarrosas, haciéndolas rebrillar cual bruñida plancha de acero, y entró en el cuarto del capellán, comiéndose la luz amarilla de los cirios.

¿Y ganáis todos los días los cinco reales? Algunos días no. ¿Y qué os sucede cuando no los ganáis? El niño vaciló un instante, y después hizo con su manecita un ademán de vapuleo muy expresivo. Miguel conmovido guardó silencio.

Palabra del Dia

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