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Actualizado: 20 de octubre de 2025


En uno de los grupos, con las piernas encogidas, las espaldas dobladas y la pipa en los labios, se encontraban Materne y sus dos hijos. De vez en cuando, Luisa aparecía en la puerta de la granja, y en seguida entraba de nuevo para recomenzar la labor. Un apuesto gallo escarbaba en el estiércol y cantaba con voz ronca; dos o tres gallinas se paseaban entre la maleza.

A tientas y a gatas, perdiendo sangre, buscó el revólver, caído en la maleza, lo cogió de nuevo, y se disparó otro tiro, en la sien esta vez... Cayó de espaldas, los brazos en cruz y quedó inmóvil; del horrible agujero de la frente, el hilo de sangre corría, manchando sus cabellos rubios, y en el pecho, el líquido rojo se coagulaba sobre la blanca camisa.

Como un galgo persigue al través de la verde llanura á la liebre que acaba de levantar entre la maleza, así el héroe de la Braña seguía y apretaba cada vez más al ilustre guerrero de Lorío. Los de uno y otro bando se mantienen suspensos y anhelantes contemplando la carrera de sus jefes, el uno fugitivo, el otro corriendo sobre sus pasos.

La tierra, por tres partes diferentes, Se abrió con espantable fortaleza, Y por las aberturas y vertientes Salía con furor gran espeseza De polvo, y de pedrisco, que á las gentes Mataba sin piedad esta maleza: Un indio se salvó de este pedrisco, Quedando sin lesion encima un risco.

Se adelantaba al paso; y ya Frantz había apuntado, cuando detrás de él apareció otra lanza y otro cosaco, y después otro... En toda la extensión del monte, sobre el fondo pálido del cielo, no se veían mas que banderolas en forma de cola de golondrina y el brillo de las lanzas de los cosacos, que avanzaban en fila, directamente hacia el trineo, pero sin apresurarse, como gentes que iban en busca de algo, unos alzando la vista y otros inclinándose en la silla para mirar entre la maleza.

Quién sabe si en las ondas que desata, resbalando entre juncos y maleza, fugaz arroyo tímido retrata de alguna ondina la gentil cabeza! Quién sabe si, entre flores escondida, en su cristal colúmpiase graciosa náyade bella que al placer convida meciéndose en las limfas voluptuosa!

Maltrana, influido por el miedo, creyó ver un horrible monstruo, un digno engendro de la selva encantada; algo semejante al dragón de leyenda que había surgido en su memoria al dar los primeros pasos. El terror le hizo ponerse de pie con nervioso salto. Un bufido diabólico estremeció los matorrales. Desaparecieron las cruces, y crujió la maleza al romperse ante una carrera loca.

Rápidamente, se apoderó del látigo de Catalina, y de pie, pálida como una muerta, descargó varios latigazos sobre los lomos del caballo, que partió a escape. El trineo volaba entre la maleza, inclinándose ya a la derecha, ya a la izquierda. De repente se sintió un choque, y Catalina, Luisa, la paja, todo rodó por la nieve en el declive del barranco.

Tampoco el tío Goro encontró allí á su hija aunque la llamó repetidas veces en alta voz. El agujero de la chimenea recién abierta estaba disimulado por la maleza y no pudo verlo. Dió la vuelta á casa. Tanto él como su esposa comenzaron á sentir zozobra. Bajó á Entralgo por si acaso su hija se hallaba con Flora. No la halló ni supieron darle razón de ella.

Por suerte la piedra pasó rozándole una oreja y fue á dar violentamente contra un árbol cercano. Detrás de su tronco se guareció Roger de un salto y desde allí efectuó su retirada ocultándose entre la maleza, sin volver al sendero hasta que hubo puesto buen trecho entre su persona y el andrajoso energúmeno.

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