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Actualizado: 20 de octubre de 2025


Aquí hallé los tres hombres que fueron al reconocimiento, los cuales de ningun modo pudieron transitar este terreno, lleno de fango pantanoso, arroyos y maleza; al anochecer volví á bordo. Amaneció lloviendo con el viento NO duro.

Apenas habían comenzado a bajar por la pendiente cuando, a unos treinta pasos más abajo de donde se encontraban, vieron aparecer a Materne, que trepaba por las ruinas casi ahogándose, agarrándose a la maleza para marchar más de prisa. ¡Qué! le gritó Juan Claudio ; ¿qué pasa, amigo mío?

Al fin se echó la escopeta al hombro, y con la vista en alto, como si persiguiese a un pájaro que saltaba de rama en rama, emprendió la marcha por entre los árboles y la maleza, evitando pasar otra vez ante la fragua. Anduvo ahora cuesta abajo, hacia el valle, huyendo de aquella montaña a la que le había arrastrado un impulso homicida, avergonzado de sus anteriores deseos.

Le parecía imposible que dentro de aquella ratonera hubiese permanecido sereno, tendido en la maleza, contemplando el cielo. ¡De qué balazo se había librado!... El Mosco examinó la posición de las estrellas. Son las dos; antes de que amanezca estaremos en casa.

Después de estos momentos de exaltación, el doctor caía desmayado en el muro de la torre, murmurando: ¡Pan!... ¡Oh! ¡Nada más que un pedazo de pan! Los hijos de Materne, agazapados en la maleza, con la carabina al hombro, parecían esperar el paso de una caza que no llegaba. La idea de un acecho sin fin sostenía sus expirantes fuerzas.

Los remeros van á la proa y á la popa, y uno con la pala sirve de timonero. Para dormir, así los de las canoas de guerra como los de las de carga, se previenen buscando antes de anochecer algun parage en la márgen del rio, donde el monte sea muy cerrado, y tenga mucha maleza de abrojos y espinas, de lo cual hay en aquella tierra abundancia entre los árboles.

Hablar de las liebres, era para don Víctor y Sanjurjo la antesala del Cielo. Levantarlas con las varas, metidos en la maleza hasta la cintura, el Cielo mismo. ¡Qué lástima de día! exclamó don Víctor dando un suspiro y mirando al cielo por los cristales del balcón, llenos de polvo. Verdad contestó Sanjurjo, dando otro suspiro.

Nosotros no somos tropas regulares y no podemos ser prisioneros; nos fusilan, y en paz. Así es que vas a tomar el camino de Schirmeck, con un palo solamente en la mano, y tus hijos te seguirán de lejos marchando entre la maleza, a la distancia de medio tiro de carabina.

Después de caminar un cuarto de hora, llegaron a un estrecho claro que se abría en medio de la maleza, junto a un arroyo disimulado por gigantescas plantas acuáticas. En medio del claro alzábase un misérrimo ranchito de barro, ramas y paja.

La arena del barranco brillaba á los rayos de la luna y veía con agrado que me brindaba una cama más blanda y menos húmeda que las hierbas del bosque; además estaba seguro de no encontrar ninguna serpiente enroscada en la maleza, y contra todo otro animal, tenía la ventaja de encontrarme en un espacio libre desde donde podía, al menor aviso, distinguir á mi enemigo.

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