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Actualizado: 20 de octubre de 2025


Rosita entonces, se detuvo un momento para separar las hojas espesas y barnizadas de los áloes, se abrió paso a través de la maleza, se arrastró hasta el lado del maldito, lanzó un grito terrible, y cayó... muerta... El renegado está ahí; cercad ese lugar y rechazad al pueblo. Ríndete, perro, porque veinte carabinas te están apuntando exclamó el comandante de los carabineros.

Adiós, camarada; os deseo que adiestréis ese par de halconcillos de manera que un día puedan traeros buena caza y le saquen también los ojos al pajarraco con quien tenéis pendiente tan grave cuenta. Dejando atrás al mutilado arquero, siguieron la senda que se estrechaba al penetrar en el bosque, cuyo silencio interrumpió de pronto el ruido de una carrera precipitada entre la maleza.

Para no ser sorprendidos de los infieles del rio, que son los Payaguás, y otra nacion que solamente se deja ver en el rio de los Porrudos, dejan siempre un soldado de centinela defendido de alguna estacada ó maleza, el cual tiene á mano muchos fusiles cargados, para poder hacer fuego si se ofreciere, mientras acuden los otros soldados.

Desde que supimos esto, la cueva nos imponía algún respeto. A pesar de ello, yo propuse que quemáramos la maleza del interior. Si estaba la Egan suguia se achicharraría, y si no estaba, no pasaría nada. A Recalde no le pareció bien la idea. Así se consolidan las supersticiones. La parte alta del Izarra era imponente.

Se esconde en la maleza y no puede estar lejos, dijo uno de los ballesteros preparando su temible arma. Desde que llegamos he estado vigilando los alrededores.

Después que lleguemos a ese bosque vas a experimentar una sorpresa. ¿De veras? Ya verás, ya verás. En efecto, así que estuvieron en el bosque y caminaron algún tiempo por él, tropezaron con una cueva tapada a medias por los árboles y la maleza. Marta, sin decir palabra, se introdujo en ella, y en dos segundos desapareció.

Á lo lejos se veía la maleza que llegaba hasta cien metros de las rompientes y unos bancos de coral cubiertos por espesa vegetación de algas daban al agua un tinte de esmeralda. ¡Mira! dijo Tragomer enseñando á Jacobo la extensión del mar... ¡El yate! El humo negro de las chimeneas culebreaba en el cielo al cruzar el navío á un kilómetro de la costa, como estaba convenido.

Pero a poco rato perdió el estrecho sendero que había seguido hasta entonces, y que habían formado las pisadas de los pastores. El terreno se cubría más y más de maleza, de matorrales altos y espesos: era imposible seguir en línea recta; no se podía andar sin inclinarse alternativamente a uno u otro lado.

Hélo ahí, á tres millas de Córdoba entre norte y poniente, donde todos los escritores árabes de mas autoridad situaron siempre la hermosa joya. Su dicho concorde es mi testimonio, y en prueba de que el arte lo confirma, ahí teneis esos fragmentos por mi propia mano recogidos entre la maleza y cardizales que cubren la llamada suerte de S. Gerónimo en la dehesa de Córdoba la vieja.

Apuntó de nuevo, ¡pam! y cayó otra víctima... Acercose a mirarla, ¡y ella resultó un ganso viejo!... Otro tiro, ¡pam!... Esta vez cayó un cisne, que, como conservaba vida, fue a morirse en la maleza, escapando así a la mirada del cazador... Otro tiro, ¡pam!... Un nuevo cisne muerto, muerto como una gallina, sin un graznido, sin un ronquido siquiera... ¡Debía ser un cisne hembra!

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