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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Declara tus deseos al espiritu del Oceano. En los parages en donde duerme el terremoto sobre una cama de fuego, en los parages en donde hierven los lagos de betun, en las concavidades subterraneas que reciben las raices de estas cordilleras cuyas cumbres ambiciosas se pierden en las nubes, he oido los acentos magicos, y subyugado por su poder, he dejado los lugares en que he nacido para ponerme cerca de ti.

Conservábanse en el archivo de la casa algunas de sus cartas: pliegos de papel amarillento con caracteres rojizos, desiguales y confusos, y un estilo que delataba las pocas letras del comendador. Expresábase con soldadesca tranquilidad, mezclando frases religiosas con las más impúdicas expresiones. En una de dichas cartas, que Jaime había leído, escribía alarmado a su hermano de Mallorca en vista de cierta enfermedad misteriosa que sufría éste; y por si era «mal de mujeres, le daba expertos consejos y mágicos remedios.

Con un sentimiento entusiasta de la naturaleza, recorre Calderón los mágicos jardines de la creación, y toda flor que abre ávida su cáliz á la luz, el canto de todas las aves, el murmullo de todas las hojas, anuncian el eterno misterio del amor.

D.ª Robustiana, sin embargo, se autorizaba el dudarlo. Luego que con mano trémula hubo expuesto á la vista de la joven aquellos mágicos tesoros de hilo y la obligara por medio de un silencioso recogimiento á penetrarse de su grandeza, la ayudó por fin á colocarse la cesta sobre la cabeza y la despidió dándole un sonoro beso en la mejilla.

La riqueza y fecundidad de imaginación, que aun hoy admiramos en las mejores novelas de esta época; el brillo deslumbrador de sus palacios suntuosos, llenos de oro y piedras preciosas; sus islas flotantes, sus caballos alados, sus anillos mágicos, sus armas y castillos encantados, sus hadas, gigantes y enanos, hubiesen arrastrado imaginaciones más frías que las de los españoles.

Y eso que pertenece a una generación que no ha tenido la desdicha de presenciar exorciones, esas ceremonias públicas, tan profundamente endemoniantes, en las que el sacerdote, revestido con todos sus adminículos mágicos, espulsaba a los demonios del cuerpo de los poseídos, como quien espanta loros de un maizal.

Las cumbres, que se alzaban en el aire a millares de codos, estaban cubiertas de hielo perpetuo y de cándida nieve, que heridos por los rayos del sol, vertían destellos radiantes y hacían más bella la templada y apacible llanura en que se hallaba el palacio, bañándolo todo, a la hora del crepúsculo, en mágicos reflejos.

Se marcaban con toda su elegante y atrevida esbeltez las ochenta y ocho pilastras robustos haces de columnas que suben audazmente cortando el espacio, blancos como si fuesen de nieve solidificada, y esparcen y entrecruzan sus nervios para sostener las bóvedas. En lo alto se abrían los grandes ventanales, con sus vidrieras que parecen jardines mágicos cubiertos de flores de luz.

Es dulce como el arpegio de una cítara pagana; es suave como el aroma de un jardín cuando florece, ténue y leve cual la brisa que murmura en la mañana y diciendo sus murmurios nos seduce y enloquece. Con sus mimos y caricias los pesares adormece cual la música hechizante de una flauta virgiliana, y en sus mágicos encantos de beldad ultramundana, el consuelo apetecido halla el alma que padece.

Vosotros sabeis hasta donde llegan mis conocimientos magicos, y sin un poder sobrenatural no hubiera podido hallarme aqui; pero aun hay poderes superiores, y vengo a preguntar sobre lo que busco. ?Que pides? Tu no puedes responderme: llama a los muertos; a ellos se dirigiran mis preguntas. Gran Ariman, ?permites que se satisfagan los deseos de este mortal? Si. ?A quien quieres sacar del sepulcro?

Palabra del Dia

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