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Actualizado: 21 de octubre de 2025
¡Pobrecito mío!... ¡No pongas esa cara! Ten un poco de paciencia. Mañana; te juro que será mañana. Ella, que en otro tiempo había arrostrado con tranquilo impudor las más atroces murmuraciones, dudó y balbuceó al hablar del día siguiente. Parecía una jovencita luchando entre su amor y el miedo á perder su porvenir social.
Pero él rehusaba estas felicitaciones. ¿Qué importaba lo que él hubiese hecho? ¡Todo... «líquido»! Lo interesante era el pobre Juan, que estaba en la enfermería luchando con la muerte. ¿Y cómo está, señó Sebastián? preguntaba la gente, volviendo a su primer interés. Muy malito. Ahora acaba de gorverle el conosimiento.
Entonces el anciano arrojó lejos de sí el luciente bisturí, y con las manos juntas, luchando con las lágrimas, se puso a rezar un Pater Noster. El mismo día, a eso de las doce, a través de los terrenos pantanosos que se extienden en varias millas al norte de Gromowo, un ligero carruaje de un caballo se dirigía hacia la pequeña ciudad.
Te embriagaste allí con la presencia de la que era para ti el universo, y excitado por los celos, animado por la resistencia que tú mismo te oponías, iluminado por algún acontecimiento fortuito que tal vez en el momento en que ni siquiera lo sospechabas, ha alumbrado tus propios sentimientos, has leído con espanto en tu propio corazón, y convencido de que si continuabas luchando sucumbirías en la lucha, has tomado un partido extremo, una resolución desesperada; has venido, en fin, a pedirme la mano de Antoñita para Raúl.
Ulises se arrojó sobre ella como si fuese á matarla, la oprimió en sus brazos, y los dos, hechos un solo cuerpo, cayeron sobre el banco, jadeando, luchando. La sombra se rasgó con el blanco relampagueo de un oleaje de ropas interiores removidas. Pero esto sólo duró un instante. El vigoroso Ferragut, temblando de emoción y de deseo, sólo disponía de la mitad de sus fuerzas.
Un hombre hastiado debe morir noblemente luchando brazo a brazo con el hastío, forzándole, estrechándole, entrando de lleno en los excesos de todo género, hasta caer bajo los estragos de una vida monstruosa, absurda. Yo lo adopté todo: la crápula, la orgía el desorden, el placer... Yo esperaba que apareciese la tisis. Pero la tisis huyó espantada de mí.
Comprendió su debilidad, tuvo miedo a los amargos dolores que se le preparaban y respondió como la esposa: «He quitado ya mi túnica; ¿cómo ponérmela otra vez? He lavado mis pies; ¿cómo mancharlos nuevamente?» Largo tiempo estuvo luchando consigo misma para apagar la voz que la llamaba a la vida activa, y convencerse de que ella no serviría de nada a la causa del Señor, pero fue en vano.
Grande era la afliccion de Doña Juana al ver en tan inminente peligro su vida, pero Dios quiso pudiesen arribar en el puerto de Toorlan, en Inglaterra, despues de haber caminado por término de mas de dos horas, luchando con los embravecidos oleajes que un momento mas los hubiera sumergido en lo profundo de los mares.
En medio de sus errores, Fermín de Pas despierta simpatía, como todo atleta a quien se ve luchando por sostener sobre sus espaldas un mundo de exorbitante y abrumadora pesadumbre.
Yo creo que en estas materias la buena filosofía puede presentarse á la luz del sol luchando con el error, que no debe contentarse con ser instrumento de guerra para derribar á su adversario, sino que ha de pretender á fundar un establecimiento sólido y bello en el mismo sitio que aquel ocupara.
Palabra del Dia
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