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Actualizado: 12 de junio de 2025


Parecía, en fin, contrariada, por la tardanza de su prima la noble abadesa. De repente la distrajo el rechinar de la puerta del locutorio. Se volvió y vió á Quevedo. Doña Catalina se puso de pie. ¿Conque hasta aquí? dijo. Hasta donde vos vayáis, mi cielo. No quiero quedarme á obscuras, y como sois mi sol, os sigo.

¿Qué risas tan mundanas son ésas? dijo la Madre Transverberación . Es la primera vez que se ríe usted de ese modo en esta casa. ¿Qué pasa para tanta alegría?... Adentro, niña, adentro; daremos parte de este inaudito desenfado a la Madre Abadesa. Cerróse el locutorio y salí a la calle.

Este mundo incierto, mentiroso, no es para . Telón corto. Sala locutorio en San José de la Penitencia. Puertas laterales, al fondo un ventanal, de donde se ve el patio. DOROTEA. Ha llegado hace un rato: en el despacho con la Superiora y la Hermana Contadora. EVARISTA. Allí le encontrará Urbano. Mientras ellos hablan allá, cuénteme usted, Hermana Dorotea, lo que hace, piensa y dice la niña.

Entretanto, no puedo decirte cuánto sufro, creo que no hay sobre la tierra una persona más desgraciada que yo. Ciertamente, hija mía, es difícil imaginarse una desgracia más grande que la tuya. Pero si he de decirte mi modo de pensar, te la has atraído en cierto modo, porque en esta querella tu boca ha pronunciado la primer ofensa. Veamos, ¿está en el locutorio tu Lucía?

Y una vez decidido, se entró de rondón en la portería de las Descalzas Reales, á cuya puerta se había parado, tocó al torno y, en nombre de la Inquisición, pidió hablar con la abadesa. Inmediatamente le dieron la llave de un locutorio. Al entrar en él, Montiño se encontró á obscuras; declinaba la tarde y el locutorio era muy lóbrego. Detrás de la reja no se veían más que tinieblas.

Esta reja tiene unos picos... Al mover la mano me lastimé un dedo dijo Inés, chupándose la coyuntura del dedo índice y sacudiéndolo después para fingir el dolor del supuesto rasguño. Aquí están el chocolate y los bollos añadió la monja . Vaya, ya es tiempo de que se marche ese mocito, porque obscurece y no es ésta hora de tener abierto el locutorio.

Su hermana era una dueña quintañona, gruesa y muy pequeña, con la nariz del tamaño de una almendra y del color de un tomate, abultadísimo el pecho, y el talle y las caderas tan voluminosas que le daban el aspecto de un barril. Se habían conocido en el locutorio de las Góngoras, en cuyo convento existía una monja perteneciente al linaje de los Entrambasaguas.

Hecha esta recomendación, Martín, muy erguido, se dirigió al convento. Aquí va a pasar algo gordo se dijo Bautista preparándose para la catástrofe. Llamó Martín, entró en el portal, preguntó a la hermana tornera por la señorita de Ohando y le dijo que necesitaba darle una carta. Le hicieron pasar al locutorio y se encontró allí con Catalina y una monja gruesa, que era la superiora.

Era la cortina del coro que se extendía. Ya no se vio más. Las luces comenzaron a apagarse y la gente a desfilar a toda prisa. Las amigas íntimas se fueron al locutorio a dar la enhorabuena a María. El locutorio era una pieza cuadrada y bastante obscura, cortada por una doble reja de hierro. La novicia apareció acompañada de la superiora..., ¿sonriendo tal vez?... , sonriendo.

Si don Francisco y yo tuviéramos un interés cualquiera en vernos, en andar juntos, no elegiríamos por cierto el locutorio de las Descalzas Reales para lugar de nuestras citas, ni á vos por testigo. En lo cual haríais muy bien. Y mucho más por la parte que me concierne, porque me excusaría de que pensárais mal de . Yo no pienso mal de vos; pero quisiera saber para qué habéis venido al convento.

Palabra del Dia

rigoleto

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