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Actualizado: 6 de mayo de 2025
En vez de haberme dado alguna cosa útil, me sale ese zonzo dándome un álbum con su retrato, como si fuera tan buen mozo y tan joven. Venga, Julio, venga a la sala agregó, se lo voy a mostrar; y llevándome casi de la mano, me condujo adentro y abriendo la primera hoja del álbum, me dijo: Vea, dígamelo con franqueza ¿se puede dar un hombre más cache?... y prorrumpió en una carcajada...
Pero quiero poner punto en esta parte de mi historia, pues hoy recuerdo con vergüenza tan grande envilecimiento, y doy gracias a Dios de que me librara pronto de él llevándome por más noble camino. Entre las impresiones que conservo, está muy fijo en mi memoria el placer entusiasta que me causaba la vista de los barcos de guerra, cuando se fondeaban frente a Cádiz o en San Fernando.
De haber hablado entonces se hubieran negado a creer que no era el Rey; a lo sumo hubieran creído que el Rey se había vuelto loco. Los manejos de Sarto y mi propia pasión me habían impulsado; la retirada no era ya posible y la pasión seguía llevándome hacia delante. Aquella noche aparecí ante todo Estrelsau como el verdadero Rey y el prometido de la princesa Flavia.
-Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas, para dar remedio a ellas -dijo don Quijote-. Dígolo porque esa bestezuela podrá suplir ahora la falta de Rocinante, llevándome a mí desde aquí a algún castillo donde sea curado de mis feridas.
Yo creía, esperaba morir, porque no pensaba que el débil corazón de una mujer pudiese contener tantos dolores... Diga usted, ¿me vio usted pronta a expirar de desesperación a la noticia de su muerte?» A esta palabra, que me hería por primera vez, suspiré; sólo el pensamiento de que hubiese podido morir llevándome su amor y llorado por ella, me ofrecía encantos sin cuento y me inspiraba deseos.
Hecho por la mañana el zafarrancho, preparado ya todo lo concerniente al servicio de piezas y lo relativo a maniobras, oí que dijeron: «La arena, extender la arena». Marcial me tiró de la oreja, y llevándome a una escotilla, me hizo colocar en línea con algunos marinerillos de leva, grumetes y gente de poco más o menos.
Aquel rincón querido está formado por un ancho biombo japonés, entre cuyos repliegues se esconden las banquetas destinadas a la juventud, mientras inmensas palmeras proyectan su sombra fantástica sobre nuestro asilo. Cuando las señoras quieren librarse de nuestra importuna presencia, la abuela me hace una señal y me voy dócilmente a nuestro refugio, llevándome a mis amigas encantadas.
Quiso, pues, nivelar mi agradecimiento con el suyo, llevándome en persona a ver al oficial primero del Patrimonio para que fuera así la recomendación más expresiva y eficaz. Todo salió según el deseo de entrambos. Tan servicial y diligente se mostró el buen D. Francisco, que a los dos días de haberle visto, mi asunto estaba zanjado.
Gloria me rechazó; pero yo, tomándole las manos, preguntele con acento conmovido: ¿Por qué me has hecho sufrir tanto? También yo he sufrido; calla. Y se dirigió a la puerta, llevándome a su lado. Isabel dio algunos pasos hacia nosotros y, sonriendo maliciosamente, nos dijo: Veo que la reconciliación ha sido completa. Luego abrazó a Gloria y le dijo al oído algunas palabritas.
Por la noche comuniqué a ésta la noticia; pero, en vez de recibirla con alegría, se me puso muy enojada. ¿Qué? ¿Un año todavía? ¿Y me lo cuentas con esa tranquilidad?... Ceferino, mira que te lo digo yo, ¡tú no tienes corazón! ¡Oh Gloria! respondí, todo sofocado, llevándome la mano al pecho . No me digas eso. Aquí lo siento latir sólo por ti. Si dejases de amarme algún día, tengo la seguridad...
Palabra del Dia
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