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Yo, que estaba mirando esto con un hombre a quien había dicho, preguntando por él, que era un gran caballero yo , veo a mi buen tío, y echando en los ojos por pasar cerca , arremetió a abrazarme, llamándome sobrino. Penséme morir de vergüenza; no volví a despedirme de aquel con quien estaba.

Pues bien: está Vd. perdonado, con tal de que siga llamándome su amigo nada más. En todos se notaba una afectuosa y sincera familiaridad. Al llegar a su casita, que estaba, como es costumbre, junto a la pequeña iglesia parroquial, y en lo que podía llamarse plaza, el cura, enseñándome una bella casa grande, la más bella quizás del pueblo, me dijo: ¡Ahí tiene Vd. nuestra escuela!

¡Pero está loco, Dios mío! dijo el cocinero mayor guardando todo aquello con precipitación, como si hubiera temido que se lo robasen las paredes . ¡Y marcharse sin que yo haya podido decirle el apuro en que me encuentro con el inquisidor general... mis negros, mis terribles apuros! ¡Vive Dios que se conoce en él la sangre de los Girones!... Y al fin me servirá de mucho... me vengará ahora mucho mejor que antes, porque al fin él me ha dicho que siente mucho no poder seguir llamándome su tío.

Calcúlese mi sorpresa y alegría cuando al pasar por delante de la casa vi la ventana abierta y percibí, como todas las noches, blanquear la figura indecisa de mi adorado sueño. Acerqueme con precaución, temiendo una emboscada; pero en seguida me convencí, al escuchar su voz, de que eran infundados mis temores. Me saludó muy enfadada, llamándome chinchoso, feo, ente, fatuo..., ¡gallego!

¿Y no sabes observó D.ª María, sin poder disimular su indignación que las personas de buena crianza no beben sino poquito? Es verdad; pero aquel vino tenía un saborcillo que me gustaba, y los franceses se reían mucho conmigo. Todos iban a verme, llamándome le petit espagnol. Lo cual quiere decir el pequeño español dijo D. Paco.

Asunción, ¿dónde estás? ¿Has muerto ya para y para los demás?... No puedo estar aquí ni un instante más. Me parece que siento la voz de doña María llamándome, y los cabellos se me erizan de espanto. Inés se dirigió a la salida. En el mismo instante oímos ruido de un coche en la calle. Aguardamos, sintiendo que alguien subía, y por fin abriose la puerta de la sala, y apareció lord Gray.

Aduladora es mi mucamba, que sigue siempre llamándome su niña; pero no creo que me adula cuando salgo del baño y me enjuga y me mira con agradable pasmo, y suele decirme: ¡Ay, niña, niña!, cada día estás más hermosa. ¡Bienaventurado el que así te vea! Lo que es yo me miro también con complacencia en grandes y opuestos espejos y me siento en perfecta consonancia con el parecer de Petronila.

Sabed, señor, que a me llaman el bachiller Sansón Carrasco; soy del mesmo lugar de don Quijote de la Mancha, cuya locura y sandez mueve a que le tengamos lástima todos cuantos le conocemos, y entre los que más se la han tenido he sido yo; y, creyendo que está su salud en su reposo y en que se esté en su tierra y en su casa, di traza para hacerle estar en ella; y así, habrá tres meses que le salí al camino como caballero andante, llamándome el Caballero de los Espejos, con intención de pelear con él y vencerle, sin hacerle daño, poniendo por condición de nuestra pelea que el vencido quedase a discreción del vencedor; y lo que yo pensaba pedirle, porque ya le juzgaba por vencido, era que se volviese a su lugar y que no saliese dél en todo un año, en el cual tiempo podría ser curado; pero la suerte lo ordenó de otra manera, porque él me venció a y me derribó del caballo, y así, no tuvo efecto mi pensamiento: él prosiguió su camino, y yo me volví, vencido, corrido y molido de la caída, que fue además peligrosa; pero no por esto se me quitó el deseo de volver a buscarle y a vencerle, como hoy se ha visto.

Fijóse en mi, y al punto, llamándome por mi nombre, se me acercó con muestras de alegría por haberme encontrado. Era el diplomático. Gabriel me dijo con voz temblorosa y sin dejar de mirar hacia el sitio del tumulto , vas a hacerme un favor... ¡Los franceses! ¡Están ahí los franceses!

Que, Rey o no, me digas siempre lo que tu corazón te dicte, y que continúes llamándome por mi nombre. Me miró un instante y dijo: Tus palabras me alegran y me enorgullecen, Rodolfo. Como te dije, todo en ti parece cambiado, hasta tu rostro. Agradecí el cumplido, pero no me agradaba aquel tema de conversación, por lo que dije: Mi hermano está de vuelta, según me han anunciado.